Sucede con frecuencia que el ejercicio de un cierto conocimiento especializado acaba asociado a un cierto alejamiento de la realidad. Se podrían encontrar múltiples ejemplos prácticos que lo confirmen, pero no es necesario: los nacionalismos y el periodismo deportivo demuestran cada día cuán cierto es. A lo largo del siglo XV algunos pintores y escultores tomaron conciencia de que sus artes iban más allá de la mera actividad mecánica artesanal, que había conocimientos imprescindibles para su ejercicio que pertenecían a las llamadas artes liberales y que sus resultados constituían un lenguaje no muy distinto en lo esencial al de las letras, prestigiadas por su vinculación al Trivium, practicadas sin desdoro por la gran aristocracia y los altos dignatarios de las cortes europeas. Algunos de aquellos pintores, escultores o arquitectos trasladaron en Italia sus reflexiones al papel. Surgió así la teoría del arte en una forma que perviviría hasta las vanguardias. Poco después sobrevino la fatalidad que inicia estas lineas: algunos artistas y tratadistas comenzaron a preguntarse cuál de las artes figurativas era superior a las otras, si la pintura era superior a la escultura, si la escultura era más compleja, si Madrid o Barcelona. En esas estaban cuando el escritor florentino Benedetto Varchi tuvo la idea de hacer una encuesta. Pensó que la respondieran los más célebres artistas de su tiempo. Hoy en día, si creemos a Houellebecq, hubiera tenido que acudir a Damien Hirst o Jeff Koons. Por suerte para Varchi en aquel momento podían responderla Bronzino, Pontormo, Cellini y aún Miguel Ángel, septuagenario, lúcido y activo. Mayor fortuna hubiera tenido, si cabe, de haber hecho la encuesta unos años antes. En 1546, Varchi defendió sus ideas sobre las artes en dos discursos ante la academia florentina. El segundo, que se ocupaba del parangón entre la escultura y la pintura, exponía su teoría en tres secciones que se concluyen con la transcripción directa de las cartas de ocho artistas que respondieron a su requerimiento. Eran, además de Miguel Ángel, tres pintores (Bronzino, Vasari, Pontormo), tres escultores (Cellini, Sangallo, Tribolo) y un taraceador (Tasso). Que sus palabras se hayan conservado es uno de los lujos que nos reservan los libros. Ambas lecciones se publicaron en Florencia tres años después. La segunda fue traducida por primera vez al español dos siglos más tarde.
Varchi, Benedetto, Lección que hizo Benedicto Varqui en la Academia florentina en tercer domingo de Quaresma del año 1546. Sobre la primacía de la artes, y qual sea más noble, la escultura o la pintura. Con una carta de Michael Angelo Buonarroti, y otras de los más célebres pintores y escultores de su tiempo sobre el mismo asumpto. Traducidas del italiano por don Phelipe de Castro, primer escultor de Cámara de S.M. director principal de la escultura del nuevo real palacio, director de la Academia de S. Fernando de las tres bellas artes, académico romano y florentino, y entre los arcades de Roma Gallesio Libadico. Quien lo dedica al excmo. señor don Joseph de Carvajal y Lancaster, etc., Madrid, en la imprenta de don Antonio Bieco, 1753.
El traductor era Felipe de Castro, primer escultor del rey, formado durante muchos años en Italia. En una extensa nota preliminar, Castro justificaba la edición como un medio de rebatir a algunos tratadistas españoles (Pacheco, Carducho, Jaúregui o Palomino) que habían defendido la superioridad de la pintura sobre la escultura con argumentos tomados en ocasiones de las respuestas de Vasari, Bronzino o Pontormo a Benedetto Varchi. Su poco desinteresado objetivo era precisamente el opuesto, y acudía para ello a la autoridad de Miguel Ángel entresacando algunas citas de la misma fuente para respaldar su argumentación. La lectura directa de su carta, siendo obvio que Miguel Ángel se sentía principalmente escultor, revela sin embargo una posición bastante menos militante de lo que prefiere su traductor y, por el contrario, bastante más descreída. Últimamente vivimos en nuestro país a golpe de encuesta. Quienes administran lo que tenemos en común parecen más preocupados por el último sondeo que por gestionar los problemas para cuya solución han sido elegidos. Quizás leer la irónica respuesta del gran Miguel Ángel a la peculiar encuesta de Benedetto Varchi contribuya de algún modo a mantener la distancia justa frente a tan vacilantes certezas.
Tiziano, Retrato de Benedetto Varchi hacia 1540, Viena, Kunsthistorisches Museum, y copia del mismo retrato grabada hacia 1660 por Vorsterman el joven sobre modelo de David Teniers.
Varchi, Benedetto, Lección que hizo Benedicto Varqui en la Academia florentina en tercer domingo de Quaresma del año 1546. Sobre la primacía de la artes, y qual sea más noble, la escultura o la pintura. Con una carta de Michael Angelo Buonarroti, y otras de los más célebres pintores y escultores de su tiempo sobre el mismo asumpto. Traducidas del italiano por don Phelipe de Castro, primer escultor de Cámara de S.M. director principal de la escultura del nuevo real palacio, director de la Academia de S. Fernando de las tres bellas artes, académico romano y florentino, y entre los arcades de Roma Gallesio Libadico. Quien lo dedica al excmo. señor don Joseph de Carvajal y Lancaster, etc., Madrid, en la imprenta de don Antonio Bieco, 1753.
[40], 210 páginas. Octavo, encuadernado en pergamino original sobre cartón.
El traductor era Felipe de Castro, primer escultor del rey, formado durante muchos años en Italia. En una extensa nota preliminar, Castro justificaba la edición como un medio de rebatir a algunos tratadistas españoles (Pacheco, Carducho, Jaúregui o Palomino) que habían defendido la superioridad de la pintura sobre la escultura con argumentos tomados en ocasiones de las respuestas de Vasari, Bronzino o Pontormo a Benedetto Varchi. Su poco desinteresado objetivo era precisamente el opuesto, y acudía para ello a la autoridad de Miguel Ángel entresacando algunas citas de la misma fuente para respaldar su argumentación. La lectura directa de su carta, siendo obvio que Miguel Ángel se sentía principalmente escultor, revela sin embargo una posición bastante menos militante de lo que prefiere su traductor y, por el contrario, bastante más descreída. Últimamente vivimos en nuestro país a golpe de encuesta. Quienes administran lo que tenemos en común parecen más preocupados por el último sondeo que por gestionar los problemas para cuya solución han sido elegidos. Quizás leer la irónica respuesta del gran Miguel Ángel a la peculiar encuesta de Benedetto Varchi contribuya de algún modo a mantener la distancia justa frente a tan vacilantes certezas.