martes, 15 de enero de 2013

PINEDA EN LONDRES

   Poco se ha dicho de Pedro Pineda, y poco se puede decir, aunque a su cargo estuviera editar el texto del primer Quijote cuya forma editorial trató de expresar el creciente prestigio que la obra de Cervantes iba adquiriendo en las letras europeas. Es sabido que ese proyecto se gesta en Inglaterra, que ve la luz en 1738 en la casa editorial de Jacob y Richard Tonson, y que es una evidencia más de la presencia de Cervantes en la literatura inglesa del siglo XVIII, tan obvia en Fielding, Sterne o Smollett. Todavía en aquel tiempo las mejores ediciones en español seguían siendo las flamencas en octavo, y el Quijote de la Academia impreso por Ibarra, -que es de hecho  el equivalente hispánico de esa edición-, llegaría varias décadas después. Consecuencia curiosa del prestigio creciente de la obra de Cervantes es la lectura atenta que empezó a merecer el escrutinio de la biblioteca de don Quijote. A ella se debe a veces una cierta confusión entre los juicios estéticos del autor y los libros que Pero Pérez, el cura del lugar, salvaba de la hoguera. En ocasiones esa lectura derivó en una cierta fortuna editorial. Que en 1778 Antonio de Sancha reeditase la Diana enamorada de Gil Polo, o que en 1804 la Real Academia dedicase uno de los primeros experimentos de la estereotipia en España al Aminta de Jaúregui no son probablemente hechos ajenos a ella, pero quien sin duda la tuvo en cuenta fue Pedro Pineda cuando se decidió a editar en 1740 Los diez libros de Fortuna de Amor, de Antonio de Lo Frasso. 

   Hasta entonces, además de su intervención en el Quijote de Tonson, se debían a la iniciativa de Pineda una edición de las Novelas ejemplares (La Haya, 1739) y otra de la Diana de Gil Polo (Londres, 1739). Más tarde revisará también para su publicación la República Literaria de Saavedra Fajardo (Londres, 1744). Muchas de las ediciones de Pineda están dedicadas a damas de buena posición (la duquesa de Richmond, Isabela Sutton, María Fane, condesa de Westmorland, Emilia Mason), casi siempre acompañadas de comentarios en alabanza a su conocimiento de la lengua castellana. De esas y otras dedicatorias y de la propia intitulación que emplea ocasionalmente se ha deducido que Pineda se ganaba la vida como profesor de español razonablemente situado en la corte inglesa, y a esta actividad se deben casi todas sus publicaciones restantes: una Corta y compendiosa arte para aprender a hablar, leer y escrivir la lengua española (Londres, 1726), un Nuevo Diccionario, español e ingles, e ingles y español, que contiene la etimologia de la propria y metaphorica significacion de las palabras, términos de artes y sciencias (Londres, 1740), y un Fácil y corto methodo, o introducción para aprehender los rudimentos de la lengua castellana (Londres, 1750). Es autor también de una lisonjera Synopsis de la genealogia de la antiquissima y nobilissima familia Brigantina o Douglas (Londres, 1754), que vuelve a sugerir su vinculación profesional con la nobleza británica. Lo que se sabe de él hasta ahora procede de la misma fuente: los datos que se extraen de sus publicaciones, muchas veces de forma indirecta. Se le ha supuesto judío o protestante, quizás andaluz, emigrado en 1717 a  Londres probablemente por razones religiosas, opuesto a la recién instaurada dinastía borbónica española, muy crítico con la jerarquía católica. Se sabe que su Diccionario y su Método fueron incluidos por la Inquisición en el Índice de libros prohibidos mediante un edicto de 1755. Se sabe también que hacia el final de su vida obtuvo un subsidio de la monarquía inglesa. Sus trabajos lingüísticos no han merecido atención de la crítica sino hasta fecha reciente. Dos de ellos han sido interpretados como refundiciones ampliadas de otros ajenos: la Corta y compendiosa arte a partir de la gramática de Jean de Vayrac, el Diccionario a partir del de John Stevens. Su trabajo como editor del Quijote fue ya criticado por Bowle en su propia edición de 1781, pero en la actualidad se aprecian tanto sus defectos como sus aciertos en el contexto cronológico del que surge. Su criterio como editor no ha sido puesto en duda, salvo en un caso y con escarnio: el libro que ocupa hoy este blog



Lo Frasso, Antonio de, Los diez libros de Fortuna de Amor, divididos en dos tomos; compuestos por Antonio de Lo Frasso, militar sardo, de la ciudad de Lalguer, Donde hallarán los honestos, y apazibles Amores del Pastor Frexano, y de la Hermosa Pastora Fortuna, con mucha variedad de Invenciones Poëticas Historiadas. Y la sabrosa Historia de Don Floricio, y de la Pastora Argentina, y una Invencion de justas Reales, y tres triumphos de Damas, Londres, Henrique Chapel, 1740.
Dos tomos en octavo (vol.1: [4],XVI,[6],328 páginas; vol 2: [4],362,[6] páginas) encuadernados en piel original, desgastada, lomera con dorados y doble tejuelo perdido en el primer volumen y parcialmente en el segundo, con dos marcas antiguas de propiedad sobre las guardas. Retrato preliminar del autor grabado al cobre por Charles Mosley sobre dibujo propio y otras diez estampas calcográficas iniciando cada uno de los diez libros, grabadas por Charles Mosley, las dos primeras al menos sobre dibujos de Hubert Gravelot (Hubert François Bourguignon). 

 

   La edición original que reproduce Pineda es un libro ya entonces rarísimo, escrito en castellano y publicado en Barcelona en 1573 por Antonio de Lofrasso, un militar nacido en Cerdeña que hablaba sardo y catalán de quien se sabe bastante poco, y la mayoría, también, a partir de sus obras. Casi todos los que se han ocupado de él y de esta edición suelen acudir a la autoridad de Menénendez Pelayo, que se leyó casi todo lo legible y lo explicó con la misma desmesura en sus Orígenes de la novela y, en términos similares, en su Historia de los heterodoxos españoles


    La crítica reciente, por el contrario, sí encuentra aspectos de interés en ella, principalmente su interpretación en el contexto de la novela pastoril, la identificación de sus fuentes, el análisis de su supuesto carácter autobiográfíco o de los episodios que admiten una lectura histórica o documental (el relato de Barcelona, los personajes reales que se entremezclan en la trama....). Lo Frasso se proyecta en cierto Frexano y durante diez libros que giran de lo pastoril a lo cortesano va relatando la peripecia de los protagonistas trenzada con poemas que son muchas veces juegos literarios en los que se ha identificado la huella de Montemayor, Garcilaso, Boscán, Ausias March o Petrarca. Muchos de ellos a veces resultan más curiosos por el concepto que por el resultado final: hay poemas ajenos glosados en composiciones que rematan sucesivamente cada estrofa con cada uno de los versos del poema que se glosa, hay una composición postrera que es un largo acróstico revelando la autoría del libro, hay poemas en castellano, pero también en catalán y en sardo. 



    Aun así, una vez leídos algo apresuradamente los dos volúmenes me fastidia comprender el desdén un tanto grosero de Menéndez Pelayo, aunque no sé con exactitud cuánto de verdad hay en él y cuánto de caducidad de un género que no ha sobrevivido bien siquiera cuando quienes lo frecuentan son Cervantes o Lope. No es fácil no cansarse hoy de tanto pastor y tanto amor, aunque entres en el juego. Por eso, más entretenido que el libro me ha resultado al final intentar averiguar a quién pertenecieron las dos marcas antiguas de propiedad escondidas en sus guardas, un ex libris heráldico con el nombre de su titular, y un símbolo con dos iniciales. Voy a detenerme en ello, aunque es algo largo, porque este tipo de cosas suelen resultar curiosas a los bibliófilos y también porque sigue sorprendiéndome que hoy en día esto se pueda hacer sin moverte de tu casa. 


  Empecé a indagar por el brazo armado que amenaza con una daga. Una breve descripción tecleada en inglés en un par de buscadores en internet bastó para acabar revisando blasones de clanes escoceses. En unos minutos se hizo evidente que se trataba de las armas del clan Paisley. Como era imposible seguir por ahí, pues el único y muy difuso indicio que quedaba eran las dos iniciales bajo el blasón (aparentemente una “J” y una “P”), pasé al segundo ex libris. Había un nombre, Archibald Little, y un escudo. Después de un rato de búsquedas, resultó evidente que el nombre era demasiado común para obtener ningún resultado concreto a partir de él, incluso teniendo la pista heráldica, con la cruz de San Andrés a la escocesa coronada sobre el yelmo con cimera en cabeza de felino. Aun así era una pista, y permitió ir acotando la búsqueda mediante la enorme biblioteca virtual que la red pone a nuestra disposición. Una referencia en el segundo volumen de un compendio heráldico publicado en 1905 aportó el escudo de cierto Archibald Cosmo Little, coetáneo de su autor. Era un escudo partido en dos como corresponde a la unión de dos lineas familiares, una de las cuales coincidía exactamente con la marca de propiedad en el libro de Lo Frasso. La divisa y la cimera coincidían también. Implicaba retroceder en el tiempo, y no fue difícil retraer esa linea hasta un Archibald Little, escocés, abuelo del anterior, propietario de una residencia en el condado de Surrey, Shabden Park, cuya litografía junto a una breve nota se puede ver en una serie de estampas pintorescas del citado condado inglés publicadas en 1828. 

 
    A esta vaga conjetura heráldica sin seguridad alguna había llegado cuando me di cuenta de que tenía, junto a las dos marcas de propiedad, una tercera pista: el libro estaba escrito en castellano. Bastó restringir la búsqueda onomástica por internet a los resultados en español para que aparecieran algunas referencias a un Archibald Little que había vivido en Canarias en la segunda mitad del siglo XVIII. Según parece, en la década de 1770 su hermano James y él, originarios de Langholm en Escocia,  habían sido asociados por un tío materno suyo a la empresa familiar de exportación de vinos. Su tío había sido cónsul británico en Tenerife entre 1765 y 1769. Su nombre era... John Pasley. La sorprendente coincidencia onomástica era concluyente con bastante seguridad, pero quedaba documentarla. Esto llevó algo más de tiempo. Ambos hermanos Little aparecen citados en algunos estudios que se han ocupado del período de la Ilustración en Canarias, de la presencia británica o de los viajeros científicos europeos en esa época. De ellos proceden los datos citados, y asímismo otros, como la identificación de la casa donde habitaron, que se conserva todavía hoy en Tenerife convertida en un jardín histórico. En ella recibieron a Humboldt a su paso por las islas camino de América. Buscando en las bibliotecas tinerfeñas, encontré en el catálogo de la Universidad de La Laguna un libro con la marca de propiedad de este Archibald Little. Muy amablemente me facilitaron una reproducción que desafortunadamente era una firma manuscrita y no un sello; también una de otro libro con la procedencia de William Pasley, hermano de John, al que había sucedido en 1770 como cónsul británico en las islas. No era la misma, como es lógico, pero sirvió para confirmar que los Pasley usaban el blasón de su clan al identificar sus libros. 




    Se cree que en alguna fecha anterior a  las  guerras napoleónicas, los hermanos Little regresaron a Inglaterra. Quedó como agente comercial de la compañía familiar en Tenerife un joven llamado Alfred Diston, cuyo interés por el dibujo y la etnografía iba a dar un curioso giro a esta pesquisa. En 1824, cinco años antes de publicar en Londres una obra sobre el costumbrismo canario, Diston había dedicado una serie de acuarelas del mismo tipo a Archibald Little, socio de la compañía comercial para la que trabajaba. Por esta dedicatoria de la portada manuscrita se puede saber que era el mismo Little de Shabden Park, y que todo volvía a la intuición primera. Una búsqueda más exhaustiva, conociendo ya todo esto, dio como resultado el retrato de Little, vendido hace unos pocos años por Christie´s, un dibujo coetáneo de su residencia familiar obtenido de la información regional de Surrey y, sobre todo, la noticia de su inhumación en la parroquia local, con todas las cronologías. De ello se infiere que al regresar a Inglaterra se casó con una mujer bastante más joven que él, que tuvo varios hijos y que vivió una larga vida cimentada sobre la prosperidad alcanzada en España. 





   Una petición a la parroquia aportó la imagen del abandonado panteón familiar, al exterior de la iglesia, con todas las inscripciones, y adicionalmente una mala reproducción de un monumento funerario que su viuda y sus hijos le dedicaron en el interior del templo a su muerte, en 1844, a los 84 años. En la parte baja se ve un escudo. Una segunda petición a la amable administradora de la parroquia aportó el detalle del escudo inferior. Se trata de un escudo partido que lleva a un lado las armas de la familia Oliver, correspondientes a su esposa Agnes. El resto son las de Little, la cruz de San Andrés al otro lado del escudo, la cimera en forma de cabeza de felino, la filacteria para la divisa, que en este caso quedó sin epigrafiar; las mismas que figuran en el ex libris y que sin duda usó en solitario antes de casarse, durante el tiempo que vivió en Tenerife. 



    Se ha apuntado en alguna ocasión que las numerosas ediciones de instrumentos de aprendizaje del español en diversos países europeos después de la guerra de sucesión estaban dirigidas al consumo de una naciente clase mercantil que iba a aprovechar las ventajas comerciales derivadas del tratado de Utrecht. Ese fue el fin que pudieron tener también estos dos volúmenes, pues los Pasley y los Little hablaban español. Quizás John Pasley los adquirió para practicar el idioma y años después se los pasó a su sobrino Archibald con el mismo objeto. A diferencia de lo anterior, esto pertenece ya al terreno de las conjeturas, aunque es una probabilidad fundada. Los anuncios de libros a la venta incluidos por el impresor al final del segundo volumen de Los diez libros de Fortuna de Amor proporcionan  una vívida intuición de ese contexto. Recientemente estuve viendo la enorme biblioteca monográfica de un profesor fallecido años atrás, para la que su familia trata de encontrar un destino digno. Su fotografía concluye estas lineas. Algo de la tristeza que se desprendía de aquellos anaqueles atestados de libros abandonados hay en la voluntad de traer a estas páginas la vida desconocida de quienes estuvieron tras este libro hermosamente híbrido de Little y Pasley en Tenerife, de Lo Frasso en Barcelona, de Pineda en Londres.







10 comentarios:

  1. Me quito el sombrero ante tu diligencia y sagacidad investigadora. Interesantísima entrada que vincula bibliofilia, historia (de la literatura y de la otra) y erudición. Y por fin una gran carcajada para los inquisidores que incluyeron en el Índice un diccionario y un método de enseñanaza del español. La intolerancia no conoce ni laa barreras del ridículo. A don Marcelino le disgustaría la Fortuna de Amor, pero la edición es bellísima...

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    1. Realmente es asombroso que con los medios de hoy se pueda encontrar la huella de una persona común, -no un personaje histórico o célebre por la razón que fuera, sino de unos simples comerciantes-, de esta manera, trenzando un montón de referencias inconexas. Sobre la inclusión en el Índice de esos libros, la bibliografía que miré sugería que en el Edicto de 1755 los inquisidores se habían despachado a gusto con ambos libros, pero no pude encontrar en linea ninguna copia de él, ni en bibliotecas ni en PARES, así que tuve que enlazar simplemente el Índice de 1790, donde la referencia es muy escueta. Tratar de entender a los censores de libros, desde luego, requiere amplitud de miras.

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  2. Agrego aplausos a la merecida quita de sombrero.
    Fantástica y divertidísima investigación. Y si lo es tanto para nosotros, me imagino cuánto te habrás divertido vos en el proceso de descubrimiento!
    Entre otras cosas, me encantó el típico gusto conceptista de los Little con el mote del escudo que juega con el significado de su apellido y engrandece lo pequeño "Magnum in parvo". ¿Lo habrá ideado el mismo Archibald? A mí me divierte creer que quizás es anterior a él, pensado por un antepasado de mediadados del XVI, digamos, época tan afín a esos juegos de ingenio en las empresas.

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  3. ¡El clan Little tiene una página web!
    http://www.nwrain.net/~little/emblems.htm

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    1. Hasta que lo has comentado ni siquiera me había dado cuenta de la sutileza que hay en la doble lectura del mote en alusión al significado del apellido. Creo que cuando miré tratados heráldicos ingleses buscándolo sí había ejemplos anteriores a estas fechas, debe ser una divisa tradicional del clan, más antigua, como recogen en la web que enlazaste. También el de Pasley, que se ve en el ex libris del hermano, debe ser tradicional de su clan. ¡Qué perspicacia, Julia, no se te escapa ni un detalle!

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  4. Urzay .
    Me encantó la entrada por muchas razones.
    Es un buen ejemplo de la creciente posibilidad de realizar, con los criterios de búsqueda adecuados, una compleja investigación a partir de la información disponible en internet . Además cuenta con los ingredientes que tanto se disfrutan en estos relatos. El ejemplar es sin duda hermoso. Pero lo que más me gustó es el hecho que a partir de un libro, un bibliófilo recupera la memoria de otro bibliófilo.

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  5. Es lo que tienen los libros antiguos, siempre te preguntas por donde habrán pasado, y llegar a averiguarlo a partir de una marca de propiedad es una satisfacción. En este caso, probablemente estuvo en la familia desde el principio, pues la fecha de impresión se ajusta a la cronología de Pasley, y después probablemente siguió hasta mucho después de la muerte de Little, pues no tiene ninguna otra huella, quizás con la misma trayectoria que el retrato, que parece haberse vendido no hace mucho. Procede de una libreria escocesa, así que ha hecho ya el camino entre España y Gran Bretaña varias veces. Me quedan otras tres o cuatro marcas de propiedad sin buscar en otros libros, a ver si tengo la misma suerte que con esta.

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  6. Amigo Urzay, ¡¡hermosura y rareza de libro, enhorabuena!! Como siempre, magnífica y amena exposición de tu investigación genealógica e histórica. Un abrazo!!

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  7. Anonadado me has, como de costumbre!!Apasionante investigación casi holmesiana. El libro en si es una maravilla y merece la pesquisa.
    De mayor me encantaría ser capaz de hacer algo así.
    Un abrazo.

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  8. Me alegro de que os haya gustado. Se da la sorprendente casualidad de que ayer me he tropezado con otro libro de la misma procedencia y el ex libris de marras, y esto pasa justo después de poner esta entrada, cuando antes jamás me había encontrado con ningún ejemplar equivalente que pudiera dar alguna pista. En este caso parece tener también la marca de su hijo William, -ese W.Little que describe el librero-, que se puede identificar porque en el curso de estas averiguaciones acabas haciendo toda la genealogía, en efecto, y enterándote de infinidad de detalles curiosos que lógicamente no caben aquí. Su hijo menor, por ejemplo, ganó el Grand National de 1848.
    El libro realmente es estupendo.
    Un abrazo, Diego y Alfonso.


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