domingo, 7 de julio de 2013

LABERINTOS APENAS DESCIFRABLES

   Me suelo fijar en las lecturas que citan los escritores que me interesan. En realidad me suelo fijar en las lecturas que citan todos los escritores, los que no me interesan también. No es premeditado, debe haber en ello una intituitiva esperanza de descubrir todavía libros que puedan conmover como lo hacen los que se leen a esa edad en la que una lectura marca para siempre. Como me suelo fijar, creo no equivocarme si comento que con frecuencia los referentes literarios de la mayoría de los escritores actuales se quedan en los últimos ciento cincuenta años. De los cuatro mil años anteriores, algunos, no muchos, nombran autores europeos clásicos, ocasionalmente grecolatinos, raramente asiáticos y de vez en cuando medievales. Lo que jamás he oído citar a ningún escritor son las obras de Juan de Mena.




MENA, Juan de, Todas las obras del famosíssimo poeta Iuan de Mena con la glosa del comendador Fernán Núñez sobre las trezientas: agora nueuamente corregidas y enmendadas. En Anvers, en casa de Martín Nucio. Con priuilegio Imperial  de cinco años. An. M.D.LII.
343 hojas, Octavo (158 x 105 mms. ), encuadernado en pergamino moderno dorado en lomo y planos, probablemente en un taller portugués, por el origen del papel de guardas. La Coronación con portada propia marcada con nota de propiedad de uno de los tres antiguos poseedores que han dejado huella en el volumen, Hierónimo de Meireles. El segundo de ellos, Balthezar Barbosa, que firma en escritura ya del siglo XVII sirve para identificar a ambos. El primero debió ser un hidalgo portugués de ese nombre que fue capitán mayor de Arrifana de Suosa, hoy Penafiel, hacia 1570. Las marcas de su atenta lectura son frecuentes en las Trescientas. Se sabe que se casó con cierta Águeda Barbosa y que tuvo varios hijos, uno de los cuales se llamó, precisamente, Baltazar. El tercero, que dejó su sello en la portada principal, parece haber sido el bibliófilo portugués José Ferreira Borges. El ejemplar le será familiar a mi amigo Rui.






Algunas notas de lectura coetáneas a la edición.

Detalle de las dos marcas.

    Este libro tiene casi todo lo que se atribuye hoy a Mena: la Coronación, el Tratado de vicios y virtudes, parte de su poesía popular en metros tradicionales y por supuesto, el Laberinto de Fortuna, o Las trescientas, como se llamó. De Juan de Mena me gusta el artificio del arte mayor e imaginarle paseando por la Florencia de Cosme de Medicis, donde estuvo, cuando Donatello o Ghiberti redescubrían el paganismo; del Laberinto, que salga a cada paso la antigüedad grecolatina, y que su métrica evoque los hexámetros clásicos de las grandes epopeyas del pasado, y que sus imágenes tengan la fuerza suficiente como para que el lector lamente que algún pintor extraordinario no se obsesionara con ellas, como hizo Botticelli con la Divina Comedia, y quisiera representar la estrepitosa maquinaria de esas tres ruedas de los hechos del pasado, del presente y del futuro seccionadas en siete círculos planetarios girando en la gran sala abovedada que imagino gótica del palacio de la Fortuna, erigido de manera que desde sus torres se pudiera ver, como en una gran planicie, hasta el último confín de la tierra conocida. Pero al final queda el texto y con él la cruda realidad: apenas se entiende. “A la moderna volviéndome rueda, hondón del cyllénico cerco segundo, de vicios semblantes estaba el profundo, tan lleno que no sé hablar quien lo pueda...”, dice Mena, abriendo el libro al azar. Por suerte hay ediciones que nos lo descifran y una creciente bibliografía que lo desmenuza. Sin todo ello también se puede leer pues, como saben quienes frecuentan a Joyce, es posible encontrar interés en un libro sin comprender la mayor parte y sin que al autor le preocupe lo más mínimo. Porque este es el caso. En realidad, el Laberinto de Fortuna no es difícil para nosotros, lectores de hoy, porque hayan pasado más de cinco siglos, sino sobre todo porque ya lo fue para sus contemporáneos. De hecho, estaba destinado a ser entendido por un círculo de lectores muy pequeño. Y sin embargo, después de una amplia difusión manuscrita, se leyó profusamente durante el siglo que va de la primera edición salmantina de 1481 a la última de 1582, revelando una popularidad como no tendría otro poeta español hasta Garcilaso. En ese tiempo se conocen una veintena de ediciones. La cuarta, todavía en el período incunable, fue preparada y glosada por Hernán Núñez de Guzmán. Sin duda, algo tuvo que ver en la fortuna editorial de Mena. Hernán Núñez revisó su edición pocos años después, corrigiendo algunos lugares y eliminando de su comentario la erudición que consideró excesiva. Esa versión revisada es la que contiene este volumen y que esté es lo que más me gusta de él. La glosa sigue a cada copla, en tipografía tan menuda que desafía la buena vista. A los ocho versos siguen a veces varias hojas de explicaciones. En ocasiones se leen como un manual de mitología, en otras como un anecdotario histórico. El mismo formato del libro, un grueso octavo en el límite de la comodidad de una edición de faltriquera, contribuye a que parezca un peculiar breviario del mundo clásico. "Vimos a Homero tener en las manos", cita Mena, y Hernán Núñez no pierde la oportunidad de dedicar cuatro páginas al poeta griego; "Vimos la forma del mago Thyrreo", se limita a decir Mena, y Hernán Núñez se extiende tres hojas dilucidando la identidad del citado y las posibles alternativas que encuentra verosímiles en la tradición grecolatina. Entre las lineas de la erudición se filtra vívamente el siglo XV: tratando de aclarar una referencia mitológica dudosa en los manuscritos recuerda haber preguntado por ella “a un varón de asaz doctrina y rara erudición en estos reinos”; resolviendo una metáfora se le escapa su admiración (“hermosa comparación, y digna de la gracia y sal de Juan de Mena”); explicando una mención al iris en un verso discute las contradicciones que sobre la posibilidad de un arco iris lunar encuentra en las fuentes, y entonces cuenta que caminando junto a Antonio de Nebrija de Alcántara a Villanueva de la Serena, “una noche con agua vimos este arco, el cual causaban los rayos lunares que herían en la nube contraria, y hubimos mucho placer de lo ver porque como dice Aristóteles en el tercero libro de los Metauros, en espacio de cincuenta años no se ve sino dos veces.” 
     La glosa de Hernán Núñez, que se tendrá quizá por farragosa, hace de este libro el tipo de libro sobre el que se puede volver intermitentemente. Es la razón, también, de que se haya tenido a Juan de Mena por el primer autor en castellano en ser tratado como un clásico, pues a esa edición glosada siguió una segunda de Francisco Sánchez de las Brozas en 1582 que acabó cerrando un círculo sin saberlo: las obras de Mena no volvieron a ser editadas hasta el siglo XIX. No sabría transmitir entusiasmo por ellas, pero busqué una edición como ésta durante muchos años, y cuando se me planteó la oportunidad no tardé mucho en decidirme. Esto puede parecer algo ridículo ahora, que las bibliotecas digitales ofrecen algunas más tempranas y quizás más interesantes. Aun así, creo que tampoco hoy lo dudaría mucho.



Los últimos pliegos esconden esta pequeña sorpresa tipográfica.

5 comentarios:

  1. Urzay.

    Hermoso y singular ejemplar, sobre el autor debo confesar que lo desconozco todo. Espero remediar pronto la situación aunque sea con una edición moderna.

    Saludos.

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    Respuestas

    1. No te preocupes Marco, ya ves que el famosíssimo poeta hoy no lo es tanto.
      Gracias por tu comentario.


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  2. Revisitando entradas antiguas, que susto, me quedé en la primera línea, sin darme cuenta que en realidad la útlima palabra era sílaba truncada y no palabra completa.... aunque también qué lástima no encontrar un ejemplar así.

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  3. ¡Qué bueno! Ni me había dado cuenta, la verdad. Imagino que te refieres a "TODAS LAS OBRAS DEL FAMOSÍSSIMO POE", con lo que casi has hecho un argumento digno de un cuento de ese autor: imaginemos que en los polvorientos anaqueles de alguna biblioteca alguien encuentra una misteriosa edición de un autor desconocido, la reseña en una bibliografía y siglos después alguien lee esa reseña y se da cuenta de que describe las obras de un escritor que todavía no había nacido en la fecha de la bibliografía. ¡No sé si no encontrar un ejemplar es una lástima o más bien aterrador encontrarlo!

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  4. BUENOS DIAS SR. URZAY
    ME ENCANTARIA PODER ACCEDER A LAS OBRAS COMPLETAS, MUCHAS GRACIAS POR DARLAS A CONOCER

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