domingo, 30 de enero de 2011

PIEDRA, PAPEL...¡TIJERA!

    Hoy es 30 de enero de 2.010, pero pongamos que de otro año. De 1714, por ejemplo. Lunes. La Gazeta de Madrid relata extensamente estos días la actividad de los plenipotenciarios que negocian la paz en los Países Bajos, los últimos episodios de una guerra civil y europea que desangra al país desde hace trece años, la salida del marqués de Tuy hacia el frente de Cataluña este sábado. Pongamos que bastante ajeno a todo ello, excepto quizás al tiempo riguroso que según se dice agrava la enfermedad de la reina, un joven madrileño camina embozado por la Calle Mayor hacia las librerías que hay frente a las gradas de San Felipe. Pongamos que  entra en la tienda que fue del viejo Gabriel de León y pide al oficial un libro largamente esperado. Que escucha al otro decir que tiene una nueva edición recién salida de las prensas, que se felicita de que queden todavía en los anaqueles un par de ejemplares ya encuadernados en pergamino porque la mayor parte está todavía en papel en la trastienda. Pongamos que entrega al oficial unos diez reales y recibe a cambio algo más o menos como esto:






QUEVEDO VILLEGAS, Francisco de, El Parnasso español, monte en dos cumbres dividido con las nueve Musas castellanas. Donde se contienen poesías de Don Francisco de Quevedo Villegas, cavallero de la Orden de Santiago y señor de la villa de la Torre de Juan-Abad. Salen aora añadido con adorno de unas dissertaciones a cada vna de las Musas. Madrid, en la imprenta de Manuel Román, a costa de los herederos de Gabriel de León, 1713.  

Portada con marca del impresor, [16], 634, [Sumarios: 18] pp., 6 grabados. Incluye las citas preliminares de Garcilaso, las prevenciones al lector, el soneto y el elogio introductorio de J.A.González de Salas y las sumas de licencia y tasa. Contiene seis de los siete grabados originales, todos excepto el correspondiente a la Musa Clío. 

Cuarto. Media piel, moderna. Tiene un error de inserción en dos de los grabados (pp.25 y 122), que llevan la página de su ubicación en una edición anterior y se insertan conforme a ella en la presente, quedando fuera de contexto. Presenta pérdida de pequeños fragmentos del papel, mal restauradas, en las páginas 9-16, en algún caso afectando ligeramente al texto. Manchas de antigua humedad. Contiene, sobre las guardas, signatura a lápiz de antiguo propietario: J.I.Haygarth.


    Pongamos que a media tarde, a resguardo del frío invierno de Castilla y aprovechando las últimas horas de luz de un día como hoy, el joven toma el libro, una silla y se sienta a leer al lado de una ventana. Va pasando las hojas sin orden, deteniéndose levemente en alguno de los poemas, recreándose en el sonido del papel recién impreso. La ración es corta y los libros caros. Al llegar a la página 209 se da cuenta por casualidad de que los madrigales de la Musa IV han empezado a numerarse desde el 2. Despreocupadamente sigue pasando páginas y encuentra que también se han saltado los números de varios sonetos en la Musa VI. Por primera vez se acuerda de los 10 reales, y empieza a escrutar el libro ordenadamente. En la página 95 tropieza con un soneto que tiene solo dos cuartetos. Poco después con otro al que le falta el último terceto. Entonces cae en la cuenta.
      Tijeras.
Index, 1707. Ejemplar digitalizado en la Biblioteca virtual del Patrimonio Bibliográfico.
Páginas con las indicaciones para expurgar El Parnaso Español.
(Como siempre, para facilitar la lectura, las imágenes se amplían al pulsar sobre ellas).
   Esta edición del Parnaso español es la primera que fue expurgada por el Santo Oficio. No por nada en particular, sino porque el anterior índice de libros prohibidos, de 1640, había sido editado antes que la primera edición reunida de la poesía de Quevedo, que fue publicada póstuma con este nombre en 1648. Lo hizo el librero Pedro Coello en virtud de un contrato suscrito en 1646 con Juan de Molina, antiguo agente del escritor y representante entonces de su heredero, Pedro Aldrete Quevedo. El Parnaso español fue organizado por el escritor y erudito aragonés Joseph Antonio González de Salas en nueve grupos temáticos dedicados a cada una de las nueve Musas, de los que por su extensión tan sólo llegaron a incluirse seis en el volumen: Clío (poesía heroica), Polimnia (moral, incluyendo 6 poemas del Heráclito cristiano y, como remate, el Sermón estoico y la Epístola satírica), Melpómene (funebre), Erato (amorosa, dividida en dos secciones, la segunda con el cancionero Canta sola a Lisi ), Terpsícore (satírica de referencias musicales) y Talía (satírico-burlesca). La presente edición, primera impresa tras el Novissimus Librorum Prohibitorum et Expurgandorum Index de 1707, reproduce las introducciones, comentarios preliminares, epígrafes y anotaciones diversas con que González de Salas glosó cada una de las seis secciones de la recopilación de la obra poética de Quevedo, y acusa en su texto por vez primera las omisiones introducidas por el Santo Oficio en el Index, páginas 441-442, suprimiendo completos el madrigal 1º de la Musa IV, los sonetos 57 y 76 de la Musa VI, los romances 29 y 71 de la misma, y mutilando algunos versos de las siguientes composiciones: Musa II, soneto 87; Musa IV, romance 3; Musa V, letrillas 5, 6, 10, 12, 20, jácaras 1, 2, 3, 4, 6, 8, bailes 8 y 10; Musa VI, soneto 6 y romances 2, 32, 34 y 84. El poemario se acompaña con seis de los siete grabados que la editio princeps de 1648 destinaba a ilustrar el monte Parnaso y cada una de las Musas, estos últimos llevados a la estampa por Juan de Noort y Herman Panneels sobre dibujos de Alonso Cano, cuyas planchas originales completas, que incluyen los epigramas de Salas, parecen haber sido repasadas a buril en algunas zonas para paliar el presumible desgaste sufrido tras varias ediciones.
    Todos tenemos al menos una idea sobre lo que significó la Inquisición en nuestra historia. Pocos sin embargo, habrán sentido la curiosidad de contrastar directamente cómo ejercía una de sus actividades, la censura de libros. Este tipo de aproximaciones a los textos clásicos no suele abordarse más allá de las publicaciones especializadas. He pensado, por ello, que sería curioso mostrar qué se censuraba y cómo en un libro fundamental que hoy, editado de otras maneras, se sigue publicando y leyendo. Con la mirada actual, el criterio del censor resulta, cuando menos, sorprendente.  

Dos sonetos amputados en esta edición de 1713, junto a las versiones íntegras de la edición de Foppens, Bruselas, 1660-1661.




Algunos de los pocos poemas omitidos íntegramente en la edición de 1713, a partir de la edición de Bruselas, 1660-1661.

Una de las letrillas satíricas mutiladas, la X, donde se eliminan dos versos del final.


Para terminar, vemos como el censor no parece tener mayores problemas con Escarramán y la Méndez. Solo con algunas alusiones.... También a partir de las ediciones de 1713 y 1660-61.


9 comentarios:

  1. ¿Qué pasaba por la mente de los censores? Esta es la pregunta clave en esta época. Lo que hoy nos parece trivial en esos momentos podía motivar un tijerazo sin piedad en obras como muy bien nos muestras hoy.

    Lo más curioso es que muchas de estas mutilaciones afectaban más a textos religiosos que a nada más, pero la censura estaba.

    Algún día publicaré una edición clandestina con pie de imprenta falso del poeta barroco catalán el Rector de Vallfogona para saltarse el Index Librorum Prohibitorum.

    En fin, otro libro de sofàydejameenpaz a pesar de las tijeras inquisicionales.

    PD. Por cierto, el enlace que nos ofreces para el índice no lleva directamente al libro y cuando intento localizarlo me dice que no está en los archivos... :-(

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  2. Tienes razón. El enlace está mal, porque no es de la Biblioteca Digital Hispánica, sino de la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico. Lo he corregido y espero que ahora funcione. También veo que faltan varias fotografías que no sé donde paran, pero lo dejo para corregirlo ya mañana, que hoy es tarde.

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  3. Pongamos que hay cierto país donde la censura ha sido algo natural desde que el tiempo es tiempo.
    Pongamos que hay ciertos individuos que desde su intransigencia, léase incultura, léase estupidez, saben lo que es bueno o malo para los demás.
    ¿Porqué dan tanto miedo los libros? Supongo que por lo mismo que da tanto miedo la libertad.
    ¡¡Pongamos que el libro es coj....!!
    Un abrazo.

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  4. Muy interesante entrada, Urzay. Te felicito. Resulta muy curioso comprobar qué elementos eran los que atraían la tijera de los censores. Cosas en su mayoría que vistas desde nuestra perspectiva no parecen tener ninguna relevancia.

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  5. Bien, pues ya están incorporadas las fotografías que faltaban. Y además, para hacer la tontería, he añadido unas bonitas tijeras indicando el lugar del corte. El enlace que comentabas, Galderich, lo he dejado con el libro localizado, espero que no ocurra como a veces pasa, que al cabo del tiempo sale caducado. El criterio del censor es harto curioso, en efecto, la mayor parte de las veces parece preocuparse sólo de ciertas alusiones religiosas, por no decir clericales, al margen de la intención del autor. Y a veces quita algún chiste que poco después vuelve a salir en términos parecidos, y entonces lo deja. Lo que comentas, Bach, de nuestra lamentable tradición es cierto. Pero también hay que pensar que en aquella época, en muchas otras partes cocían habas, sin darle tanto color. Lo peor es que hay donde se siguen cociendo ahora.

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  6. Me alegro de que te haya gustado, Elena, es verdad que algunas cosas no parecen tener relevancia alguna, la cita a la Inquisición en la letrilla, por ejemplo. A veces da la impresión de que el censor ha metido la tijera porque algo había que quitar.

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  7. Urzay.

    Acertadísimo título con el que acompañas la interesante comparación entre la versión censurada y la original de este hermoso libro.

    Además de lo ya mencionado, me sorprende particularmente el hecho que la censura afectó en ocasiones solamente algunos renglones, parece más un bisturí que una tijera.
    Tal finura en el corte me hace aventurar que probablemente se tomaron algunas consideraciones especiales por tratarse de un autor como Quevedo. Tengo la impresión que algunos libros por mucho menos, eran censurados totalmente.


    Un abrazo.

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  8. De hecho los poemas cortados son pocos en relación al total, y casi todos los que lo están, es sólo unos renglones, Marco. Completos faltan sólo 5. En la letrilla esa que comentaba, por ejemplo, faltan sólo dos versos que carecen de intención crítica, porque la cita a la Inquisición se debe al juego con el doble sentido de oficio, y sin embargo los quitan.

    Un abrazo

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  9. Quevedo tuvo prerrogativas especiales con la Inquisición, al menos en vida, por su amistad y trato con muchos inquisidores (lo estudió también Eugenio Asensio); pero esta censura es mucho más tardía, y resulta interesante por eso mismo: ya no se censura la actuación del esritor en sus obras inmediatas, sino la estela del escritor y su obra. Es como un panorama nuevo, que se ha discutido mucho, por cierto: el de la fama de Quevedo durante las dos centurias siguientes a la de su muerte.

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