Al hilo de nuestra lamentable actualidad política he recordado que pensé iniciar este blog con un comentario sobre los grabados que ilustran las ediciones parisinas de las Relaciones de Antonio Pérez. Después el resultado fue otro, pero qué fácil es acordarse del caso Pérez en estos años que nuestros gobernantes dedican a reiterar errores atávicos. Suena a poco Pérez, y a lejano, y difícilmente imaginamos el impacto político que su caso pudo tener en la Europa de su tiempo, pero si vamos al detalle todo empieza a resultar más familiar. Uno de los cargos que se le hacen en su juicio de residencia puede servir para ir centrando las cosas:
“Que teniendo poca hacienda al tiempo que comenzó a ejercer su oficio de secretario, después acá que lo ha tenido y ejercido, a causa de las muchas dádivas y presentes que ha recibido se ha podido tratar y se ha tratado espléndida y costosamente, en su casa y fuera de ella, teniendo muchos criados y caballos, acémilas y coches para su servicio, edificando casas, haciendo banquetes, jugando cuantiosa y constantemente mucho dinero, gastando ordinariamente en cada año (según la común estimación) ocho o diez mil ducados; y con esto está muy rico y tiene mucha hacienda en casas, juros, alhajas, joyas y preseas, y ha podido emplear y ha empleado en censos más de cincuenta mil ducados, haciendo los contratos y poniendo los dichos censos para más disimulación en cabeza de tercera persona, en todo lo cual ha dado mucha nota, escándalo y murmuración al pueblo en gran deservicio de su majestad y poca reputación de sus ministros.”
Esto me suena.
Pérez reunió en poco más de una década un patrimonio notable. Las declaraciones de los testigos o cómplices fueron añadiendo matices significativos. Un embajador del gran ducado de Toscana sostuvo en el juicio que había entregado, "por hacer con Antonio Pérez alguna amistad, cuatro mil ducados en nombre del gran duque, porque en su memoria hiciese una cámara en su casa y jardín". Qué otra cosa podía hacer el gran duque de Toscana con cuatro mil ducados, se podría pensar. El mismo embajador afirmaba en otra declaración haber llevado a Pérez con parecido objeto otros dos mil escudos "en dos bolsas, embaladas en mis calzones”. Numerosos gobernantes extranjeros, legados, aristócratas españoles o italianos acudieron a socorrer a Pérez de la misma forma con la esperanza de mover sus negocios, el embajador de Venecia con algunos Tizianos, los banqueros genoveses con generosos créditos. En todo esto encontramos ya detalles que nos resultan familiares. Sigue habiéndolos según nos adentramos en el caso. Después del juicio de residencia, Pérez es formalmente acusado de hacer asesinar al secretario Escobedo y de manipular la información que gestionaba por razón de su cargo. Encarcelado, torturado y confeso, consigue huir de prisión con las complicidades adecuadas. Pasa de Castilla al reino de Aragón y allí se mueve con extrema habilidad para envolver sus numerosos problemas propios en la bandera de las libertades nacionales. El proceso se convierte en un problema de competencias. La monarquía recurre a la Inquisición. Salen a relucir entre los partidarios de Pérez los grandes conceptos, nación, pueblo, fueros, en la mejor tradición hispánica. Libertad, grita la gente en las calles, mientras el destituido secretario de Estado utiliza en su beneficio la documentación oficial bajo su custodia. Cuando los acontecimientos se precipitan, consigue huir a Francia dejando en el cadalso a no pocos aragoneses conscientes demasiado tarde de su imprudencia. Entonces comienza a filtrar en sus diversas publicaciones muchos de esos documentos oficiales, billetes, misivas privadas. Hábilmente modificados, cambiando algunas frases, omitiendo otras... En estas lineas he recordado ya alrededor de diez nombres de esos tan extravagantes que se utilizan para bautizar las investigaciones judiciales. Hay que volver a los grabados antes de que todo ello acabe pareciéndose demasiado a la prensa diaria de nuestro país.
La historia de Pérez es fascinante y lo relatado es sólo parte de una trama de ambiciones con consecuencias directas en la política exterior de la monarquía, cuyos protagonistas demostraron sin excepción habilidad, inteligencia y pocos escrúpulos. Después de huir a Francia, Pérez llevó a las prensas su versión de los hechos, primero en Pau, después en Londres, finalmente en París, en 1598, donde publicó la edición ampliada y definitiva de sus Relaciones. En ese momento todavía se movía con soltura en los más altos círculos de decisión de la corte francesa, pero desde la firma de la paz de Vervins ya sospechaba que sus probabilidades de regresar y ser rehabilitado habían desaparecido. Su actividad en esos años finales parisinos se conoce en parte, pero curiosamente muy poco su resultado editorial. Las ediciones de sus obras, como había ocurrido desde 1591, permanecen deliberadamente en el misterio: algunas omiten nombrar al impresor, otras carecen de lugar y fecha, otras los simulan, otras falsifican las precedentes, y esto pasa tanto en las ediciones parisienses desde 1598 a 1625, como en las suizas que desde 1624 toman el relevo. La bibliografía suele citar una edición definitiva de las Relaciones en 1598 con múltiples variantes, pero en realidad hay varias ediciones con esa fecha. Cualquier análisis ha de partir del estudio del bibliófilo Antonio Pérez Gómez, que recopiló con celo durante toda su vida cuantas pudo encontrar de las obras de su homónimo. Pérez Gómez identificó una edición en cuarto con grabados y cuatro en octavo datadas en París en ese año 1598, y concluyó que estos octavos, más raramente conservados que la edición en cuarto, pueden ser en realidad dos ediciones con variantes, pues dos llevan grabados, y los otros dos no, aunque sí mantienen el espacio en blanco destinado a incluirlos. De ahí se lee en algunos artículos que hay tres ediciones en 1598. En realidad hay también otra edición adicional con portada de París, 1598 que no alcanzó a registrar Pérez Gómez pero se conserva, al menos, en un ejemplar de la Biblioteca Estatal de Baviera. Hay después dos ediciones de las Cartas en octavo, sin fecha, que incluyen sus aforismos, una de las Segundas cartas en dozavo, impresa en París en 1603 por François Huby, con sus aforismos y los de las Relaciones, otra bilingüe en español y francés de todos los Aforismos, impresa en 1605 por Jean Le Bouc, una de los Aforismos de las Relaciones fechada en 1616 por Gilles Robinot, y una última de las Relaciones con el título cambiado a Retrato al vivo del natural de la fortuna de Antonio Pérez y enigmático pie de imprenta de 1625 que atribuye la edición al humanista Ambrosio Traversario en la antigua colonia prerromana de Rhodanusia, y que se corresponde con otra de los Aforismos de las Relaciones en los mismos términos.
Casi todas ellas llevan cuatro oscuros grabados que Pérez concibió para acompañar sus textos y explicó a veces con detalle y otras con ambigüedad en los paratextos de las Relaciones. Curiosamente, a partir de estos grabados se puede empezar a desentrañar el misterio editorial de sus libros.
Portadas de las ediciones parisienses con grabados. En la parte superior, las ediciones con fecha de 1598 en cuarto y en octavo. En la inferior, el ejemplar de la Biblioteca de Baviera con fecha de 1598 y la edición de 1625.
El primero figura en la portada. Evidentemente se quiso buscar una imagen que impactase al lector del libro y se optó por esta lóbrega mazmorra alusiva a las prisiones padecidas por el autor. Pérez declara haber tomado de Séneca la divisa, Illustrat dum vexat (algo así como Ilustra, o ilumina, mientras atormenta) y haber puesto la estampa expresamente al comienzo del libro para “que no se pensase nadie que entraba en jardines de flores”. De este grabado existe la versión de la edición en cuarto de 1598, la de las ediciones en octavo con la misma fecha elaborada a partir de aquella, otra tercera versión en la edición en octavo con pie de imprenta de París, 1598 que no registró Pérez Gómez, y una última en la de Rhodanusia, 1625. Como se ve, estas dos últimas son iguales, significativamente.
El segundo tiene una larga historia. Se trata de un laberinto con el minotauro en el centro, en dos momentos sucesivos: inicialmente con el dedo sobre los labios indicando que el secretario guarda silencio In spe, en la esperanza; después, traicionada ésta, con el dedo alzado al cielo mientras emite un alarido que destruye el laberinto bajo la divisa Usque ad huc, hasta aquí. Ahora que los corruptos no leen a los clásicos se llama a esto, menos sofisticadamente, tirar de la manta.
El emblema es una modificación del que utilizaba Gonzalo Pérez, su padre y predecesor en el cargo de secretario de Estado, que se puede ver en una medalla del Museo Arqueológico Nacional o en la página final de una edición veneciana de su traducción de la Odisea. El concepto del laberinto representa aquí la compleja responsabilidad política de su oficio, y la divisa, In silentio et spe, la discreción y paciencia necesarias para desempeñarlo. Antonio Pérez la transformó en ostentosa amenaza y la hizo tallar sin ningún complejo en el mobiliario de su casa, labrarla en los objetos de plata, representarla en su carroza y bordar con ella su ropa doméstica e incluso colgaduras y tapices que se exhibían de forma pública. Como su padre, también llevaba el emblema tallado en un anillo que utilizaba para sellar algunos documentos, y él mismo declara haberlo utilizado con ese fin en su correspondencia especialmente desde que se inició su largo proceso. Se sabe que en su caso el anillo se lo regaló la princesa de Éboli y lo conservaba durante su exilio. Existe, como el grabado anterior, en tres versiones: la de la edición en cuarto de 1598, la de las ediciones en octavo excepto una, y de nuevo la que comparten ésta y la edición de 1625. Se encuentra también en las Cartas, pero por las lineas de grabado no parece que sea exactamente la misma plancha de la edición en cuarto dividida aquí para formar dos portadas interiores.
El tercer grabado estaba concebido para rematar el libro a modo de colofón, y así lo declara expresamente Pérez, señalando además que las divisas del inicio y de éste situado al final se podían concertar con sentido en una sola (Dum vexat poena, illustrat causa, algo así como mientras el castigo veja, muestra la causa). Es sin duda el mejor de la serie, y retoma un modelo tan fácilmente reconocible que me sorprende no haberlo visto nunca identificado en la bibliografía, el dibujo del suplicio de Ticio que Miguel Ángel dedicó a Tomasso Cavalieri. Está incluido en la edición en cuarto de 1598 y firmado por el grabador Thomas de Leu. La elección del tema ha sido interpretada como sugerencia de los celos del rey por la relación de Pérez con la princesa de Éboli, que estarían tras su persecución. Algunos rumores sobre ello corrieron ya en su tiempo, y los recoge algún historiador reciente, como Manuel Fernández Álvarez, sin consenso. Para comprender la sugerencia puede bastar la descripción del tormento de Ticio del canto undécimo de la Odisea, en la oportuna traducción de Gonzalo Pérez.
Grabado del suplicio de Ticio realizado por Thomas de Leu para la edición en cuarto de las Relaciones de Antonio Pérez, París, 1598. Abajo, dibujo de Miguel Ángel sobre el mismo tema, colección Windsor.
Gonzalo Pérez, Ulyxea, fragmento de las ediciones de Salamanca, 1550, y Amberes, 1556, con la traducción ya revisada.
La explicación latina que Antonio Pérez hizo imprimir bajo el grabado insiste en esta idea en términos ambiguos, aunque la alusión es evidente. En la versión de Marañón: “Ticio mereció las heridas del funesto pico del buitre por haber atentado de modo tan criminal a un tan grande amor. Pero yo nada he hecho, a no ser que se considere como un crimen el haber sido objeto de las sospechas de nuestro Júpiter. No importa que sea merecido o no; basta haber sido sospechado por nuestro Júpiter”. De este grabado se hace una versión en pequeño formato y menor calidad para incluirlo en las ediciones en octavo, y una segunda versión distinta en la que de nuevo coinciden una de las ediciones de 1598 y la edición de 1625.
Copia del grabado de Ticio en menor formato y calidad realizada para las ediciones en octavo de 1598. Abajo, copia del mismo grabado en la edición de la Biblioteca de Baviera y las de 1625. Aunque aquí las haya reproducido en distinto tamaño, las dimensiones son similares en las tres. La plancha original
de la primera, por el contrario, es claramente distinta a la utilizada en las otras dos.
El último se incluye ya cerrado el libro y no por casualidad es también la portada de las ediciones de las Cartas que, aunque impresas sin fecha, deben ser posteriores a las Relaciones en muy poco tiempo, dos o tres años a juicio de Pérez Gómez. Su publicación ya se anticipaba al final de las Relaciones, cuando se decidió añadir un pequeño epistolario en las páginas finales. El antiguo ministro de Felipe II lo hizo ilustrar con el grabado de una vestal y la divisa Dum caste luceam, mientras luzca honestamente. Es sabido que las sacerdotisas de Vesta eran modelo de virtud en la Roma antigua, y eso debía pensar de sí mismo el autor, sin rubor alguno. Se trata de un grabado de pequeño formato que significativamente es el mismo, y no una copia, en las ediciones de 1598 en cuarto y octavo, excepto en una de ellas, que sí lleva una copia y de nuevo la comparte con la edición de 1625. Significativamente también, una de las ediciones de las Cartas coincide con la primera mientras que la otra coincide con la segunda.
Grabado de la vestal en las ediciones de 1598 en cuarto y en octavo. La intensidad de la impresión varía, pero se puede apreciar que la plancha utilizada es la misma por el pequeño defecto que tiene sobre la E de CASTE, que semeja una tilde. En la parte inferior, copia del mismo grabado, invertido, en la edición en octavo con portada de 1598 de la Biblioteca de Baviera y en las ediciones con portada de 1625.
Las conclusiones que se extraen de todo esto ponen algo de luz en el oscuro misterio de las ediciones parisinas de Pérez, y en combinación con un breve examen tipográfico, ayudan a identificar el taller del que salieron. La primera conclusión parece evidente: cuando se habla de la edición definitiva de las Relaciones impresa en París en 1598 hay que referirse a la impresión en cuarto con el grabado de Thomas de Leu. La segunda, que es muy probable que a la edición en cuarto haya sucedido (como era corriente) una más barata en octavo que reutiliza una de las planchas de grabado de aquella, y que este detalle emparenta entre sí y con la precedente a todas las impresiones en octavo con grabados y pie de imprenta de París, 1598, menos a una. En tercer lugar, que ésta está relacionada directamente con la que en 1625 adoptó el título de Retrato al vivo del natural. La cuarta, que de las dos ediciones de las Cartas, sin fecha, sólo una de ellas, la que lleva el grabado de la vestal utilizado en las ediciones en cuarto y octavo con fecha de 1598 ha de ser auténtica, y datable por razones de contenido hacia 1601; la otra, que lleva la otra copia del grabado de la vestal debe ser contrahecha en fecha posterior.
Si ahora se coteja la edición de 1625 con la que lleva sus mismos grabados y pie de imprenta de París, 1598, se ve que son en realidad dos emisiones de una misma edición, pues coinciden a plana y renglón en todo, excepto en las portadas, alguna capitular y alguna orla. Pérez Gómez ya había identificado dos emisiones, una con referencia a Ambrosio Traversario en la portada, otra sin ella. Parece que más bien hay tres, y que los ejemplares en octavo como el de la biblioteca de Baviera deben haber sido impresos 27 años más tarde que la fecha que llevan en portada. La edición contrahecha de las Cartas debería pertenecer al mismo taller y al mismo momento. La situación se aclara más si se cotejan todas las ediciones restantes en octavo con pie de imprenta de París, 1598, pues se observa que en realidad todas están relacionadas. La composición y el material tipográfico coinciden, y las cuatro variantes que identificó Pérez Gómez son en realidad diferentes estados de un mismo proceso de impresión: el distinto número de hojas del cuadernillo ê que registran las bibliografías se debe a que en las dos últimas se imprime un texto duplicado que en algunos ejemplares se ha conservado y en otros, al ser conscientes del error, se ha cortado; la discordancia que muestran algunas descripciones en el número de hojas del índice y de los opúsculos finales se explica por la simple omisión de la numeración en algunos estados de la edición; y sin embargo, el uso de un papel de inferior calidad en el pliego Ii (que ha acabado oscureciéndose notablemente con el tiempo respecto a los otros pliegos) se constata en ejemplares correspondientes a todos los estados de la impresión, demostrando que salieron de las prensas en el mismo proceso. La única y enigmática diferencia es la omisión de los grabados. Tratando de resolverla se acaba llegando a la identificación del impresor.
Muchos de estos ejemplares de las Relaciones en octavo añaden al final los Aforismos de las Relaciones, con portada propia. En contradicción con la portada principal, se indica en ella el nombre del impresor, Gilles Robinot, y una fecha distinta, 1616. Pérez Gómez pensó que existían dos ediciones en octavo, una con grabados y otra sin ellos, y que ambas llevaban incorporados los Aforismos formando unidad bibliográfica, pues en todos los ejemplares encuadernados de época que pudo ver estaban unidos. Concluyó de ahí que las dos ediciones en octavo podrían ser de esa fecha. Es curioso que siendo las dos premisas dudosas, la conclusión pueda ser cierta. En uno de los ejemplares sin grabados he localizado unas páginas añadidas con el libro ya compuesto en las que el impresor explica la edición y añade la revocación de la sentencia del proceso inquisitorial contra Pérez, que es de 1615, obtenida de curiosa manera. No conozco más que un ejemplar que lleve estas páginas, pero muestra que en en esas fechas un impresor vuelve a imprimir las Relaciones “como aquí verán” y se excusa por el resultado pues lo hace en un idioma distinto al suyo.
Prescindiendo por un momento de este texto y acudiendo directamente al examen de los libros, una breve comparación de las Relaciones en octavo con los Aforismos (que en muchos ejemplares están unidos, pero no en todos), muestra similitudes tipográficas que sugieren un origen común, pero lo que confirma sin duda que las Relaciones proceden de la imprenta de Robinot es la presencia en ellas, no en los Aforismos, de unas orlas decorativas muy características de las ediciones de este impresor, que aparecen con frecuencia en otras ediciones suyas como La Galatea de Cervantes o L’Amour victorieux de Claude Garnier.
Portada de la edición de las Relaciones en octavo sin estampar los grabados, y de los Aforismos que se añaden al final en muchos ejemplares. Abajo, la hoja destinada al grabado del tormento de Ticio en esta edición en octavo, con el grabado estampado y sin estampar.
Muchos de estos ejemplares de las Relaciones en octavo añaden al final los Aforismos de las Relaciones, con portada propia. En contradicción con la portada principal, se indica en ella el nombre del impresor, Gilles Robinot, y una fecha distinta, 1616. Pérez Gómez pensó que existían dos ediciones en octavo, una con grabados y otra sin ellos, y que ambas llevaban incorporados los Aforismos formando unidad bibliográfica, pues en todos los ejemplares encuadernados de época que pudo ver estaban unidos. Concluyó de ahí que las dos ediciones en octavo podrían ser de esa fecha. Es curioso que siendo las dos premisas dudosas, la conclusión pueda ser cierta. En uno de los ejemplares sin grabados he localizado unas páginas añadidas con el libro ya compuesto en las que el impresor explica la edición y añade la revocación de la sentencia del proceso inquisitorial contra Pérez, que es de 1615, obtenida de curiosa manera. No conozco más que un ejemplar que lleve estas páginas, pero muestra que en en esas fechas un impresor vuelve a imprimir las Relaciones “como aquí verán” y se excusa por el resultado pues lo hace en un idioma distinto al suyo.
Prescindiendo por un momento de este texto y acudiendo directamente al examen de los libros, una breve comparación de las Relaciones en octavo con los Aforismos (que en muchos ejemplares están unidos, pero no en todos), muestra similitudes tipográficas que sugieren un origen común, pero lo que confirma sin duda que las Relaciones proceden de la imprenta de Robinot es la presencia en ellas, no en los Aforismos, de unas orlas decorativas muy características de las ediciones de este impresor, que aparecen con frecuencia en otras ediciones suyas como La Galatea de Cervantes o L’Amour victorieux de Claude Garnier.
Orlas decorativas en la edición en octavo de Las Relaciones de Antonio Pérez.
Las mismas orlas decorativas, en la edición de La Galatea, G.Robinot, 1611. Abajo, distintos resultados jugando con el mismo material tipográfico en la edición de L'Amour victorieux, G.Robinot, 1609. Las piezas son de igual tamaño, la diferente apreciación se debe a la escala de la fotografía.
La consecuencia es que él debe ser también el desconocido impresor que publica esta primera y semiclandestina edición parisiense de las obras de Antonio Pérez, y que los dos formatos, en cuarto y octavo, han salido de las mismas prensas. Se podría pensar que en fecha cercana a la primera, -tanto como para que un pie de imprenta de 1598 resultase verosímil-, pudiera haber sido conveniente una edición en octavo, más barata que la original que Pérez enviaba con prodigalidad a toda la aristocracia europea. Se aprovecharía para ello el único grabado que por tamaño se podía reaprovechar, y se encargarían otros tres. Después irían saliendo las otras obras de Pérez, Cartas y Aforismos, en octavo y en dozavo, entre 1601 y 1605. En 1611 muere Pérez. Hacia 1615, y sin tener ya los grabados originales por la razón que fuese después de tantos años, Robinot aprovecharía los restos de la edición de las Relaciones en octavo, que podrían haber quedado con los grabados sin estampar, para añadirles los Aforismos y componer una nueva edición casi sin coste y sin molestarse en encargar nuevos grabados. Esto explicaría que las páginas añadidas con la sentencia inquisitorial de 1615 y la explicación de la nueva edición se encuentren precisamente en un ejemplar con los grabados sin estampar, que hayan circulado ejemplares sin los grabados por alguna razón lógica, que la portada de las Relaciones lleve la fecha antigua y que se combine sin problemas con la portada de los Aforismos que lleva la fecha moderna y el nombre del impresor, o que se conserven ejemplares que no parecen haber estado originalmente acompañados de los Aforismos. Finalmente en 1625 saldría una nueva edición con varias emisiones, una de las cuales simula la original. La tipografía sugiere que podría proceder también del mismo taller, quizás regentado ya entonces por su hijo Antoine Robinot. El mismo origen y fecha tendría la edición de las Cartas con el grabado de la vestal invertido. En definitiva, no hay una edición de las Relaciones de Antonio Pérez con fecha de 1598 y muchas emisiones o estados, ni tampoco tres de 1598, como a veces se lee, sino una edición en cuarto impresa por Robinot en 1598, otra en octavo del mismo impresor en diferentes estados y fecha incierta, quizás cercana a la primera o quizás en 1616, y una tercera de 1625, con tres emisiones.
Me doy cuenta de que este fárrago de ediciones interesará a muy pocos, y todavía menos le encontrarán alguna utilidad. Quizás algún librero que lea esto accidentalmente y vaya a identificar el ejemplar que conserva en sus estantes, quizás algún bibliófilo que se felicitará al comprobar que tiene una buena edición o lamentará su mala suerte si su ejemplar resulta tener un valor comercial menor. Lo que empezó tan vinculado a nuestra actualidad política ha acabado como una disquisición especializada sin la más mínima relación con ella. Casi lo prefiero.
Increible como siempre, si un dia, tengo un misterio sin resolver, te lo envio, y lo de la corrupcion , ha degenerado bastante ,tanto como la politica,
ResponderEliminarhttp://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2013/03/17/cazatesoros-peinan-ee-uu-busca-incunable-valenciano/982421.html
ResponderEliminarprueba con esto jejejeje
¡Qué bueno esto! No sabía que todavía se tenía por localizable el incunable valenciano de ajedrez. Yo tengo por casa el facsímil del de Lucena, y alguna vez he hecho algunos de los problemas, que son estupendos. Ya me gustaría que apareciera, para que se pudiera deslindar la originalidad (o no) del de Lucena, que poca justicia le han hecho en la historia del ajedrez, me temo. Todavía pruebo... :-)
EliminarFascinante, Ursay, muchas gracias.
ResponderEliminarGracias a ti por pasar por aquí, C.C. Pensé que habías dejado el blog.
EliminarUrzay.
ResponderEliminarFabulosa entrada. La conclusión es por demás interesante, nos habla de aspectos poco comentados en el actuar de los impresores libreros, y por otra parte hay que elogiar el método que utilizas para aclarar todo el asunto.
Debo confesar que no pude resistirme a la tentación de los libros de Lord Byron editados por Murray que amablemente mencionaste en tu entrada anterior. Muchas gracias por el dato.
Saludos
Marco
Pues espero que nos puedas enseñar algún día el resultado, Marco. Tiene mucho peligro esto de compartir los libros.
EliminarUn abrazo.
Supongo que a los investigadores franceses que andan tras los papeles de Antonio Pérez les va a venir de perlas la inquisición sobre impresos, toda una lección de historia tipográfica, un verdadero artículo. Investigación, datos y resultados habrán de carearse ahora con la montaña de manuscritos (¡también de autógrafos!) que trasmiten textos semejantes y con los que uno se encuentra por todas las bibliotecas de Europa. Un hito, por tanto, para retrazar la historia de Antonio Pérez, que debería culminar en la edición cabal de sus mejores textos.
ResponderEliminarEs cierto que entonces los personajes que ejercían cargos públicos al servicio del Rey compensaban su falta de –digamos– sueldo oficial o fijo con las prebendas derivadas de su ejercicio; pero el caso de Antonio Pérez fue espectacular y, como caído en desgracia, se hizo público. Lo malo –ayer como hoy– es cuando inmoralidad y robo no sale a luz, como seguramente pasó y está pasando con la inmensa mayoría de los corruptos.
El tema de los papeles de Antonio Pérez da desde luego para mucho. Marañón cuenta a partir de varias referencias que debieron dispersarse en más de una dirección, porque cita como destinatarios a Neufville de Villeroy o a Gil de Mesa, su ayudante. Los de Gil de Mesa, lo que quede, debería estar en España, porque los recogió Rodrigo Calderón durante una embajada y se los quedó. Desde luego Pérez debió llevarse mucha documentación en su huida, aunque la transcribe interesadamente en las Relaciones, como he visto en la reciente biografía de Parker sobre Felipe II, que se ha molestado en cotejar varios con sus originales.
EliminarSobre lo de la corrupción que no sale a la luz, que comentas, fíjate que hace poco he oído una reflexión que hacía una periodista con bastantes tablas, que decía que podíamos estar relativamente tranquilos porque en España la corrupción es autolimpiable: siempre acaba saliendo a la luz, porque siempre hay alguien implicado que amenaza con tirar de la manta y al final lo hace. Coincido contigo en la desconfianza, aunque ya me gustaría compartir ese optimismo de la periodista. Ojalá tenga razón.
Del segundo grabado, amigo Urzay, habla Gregorio Marañón en el primer volumen de su "Antonio Pérez (el hombre, el drama, la época)", donde, refiriéndose al lema "in silentio et spe" dice que "es el de todos los perseguidos o que se creen perseguidos" y añade en pie de página dos notas acerca del laberinto y del minotauro tomadas de "La Dorotea" de Lope de Vega: una alude a la antropofagia del minotauro y la otra la cito textualmente: "El minotauro traían los romanos en sus banderas por símbolo del secreto."
ResponderEliminarInteresantísimo personaje este Antonio Pérez e interesantísima entrada.
Un saludo.
Pues pensándolo un poco es probable que el motivo del laberinto vaya más como tú dices, por el lado del secreto, que por el de la complejidad, que había descrito yo a partir de la oscura explicación que da el propio Pérez. Dice haberla tomado de San Pablo, creo que de la epístola a los romanos XV, 4-13, y no cita para nada el emblema que utilizaba su padre, pero es probable que en origen sea eso, porque el emblema original del laberinto lo debe diseñar el propio Gonzalo Pérez, que tenía una amplísima formación humanística, y además el tema del secreto se sugiere en la divisa (in silentio). Quizá la fuente original sea la que también transmite Lope ¿La referencia de Lope provendrá de algún compendio o manual de esos que usaban entonces, no sé, como el de Textor?
EliminarUn saludo, Ricardo.
Sí, el mío lo tuve un poco abandonado, el tuyo no. Sigo leyendo todo lo que publicas aunque no comente, me interesan todos tus tesoros.
ResponderEliminarFantástica entrada, Urzay! La había pispeado cuando la publicaste, pero hasta hoy no había tenido tiempo de leerla con tranquilidad.
ResponderEliminar¿No es sorprendente cómo Antonio Pérez supo hacer su campaña de marketing (otra similitud más con los políticos actuales) para posicionarse como secretario de cuidado y luego también como perseguido y castigado ejemplar?
En cuanto al laberinto, me parece que el sentido es doble, la complejidad y el secreto (luego, más entrado el Barroco, el laberinto fue un motivo muy usado para significar lo enrevesado y dificultoso de la corte). En especial porque el primero es un laberinto cerrado donde necesariamente hay dificultad y secreto. Además, como me hace ver la enciclopedia emblemática de los queridos Bernat Vistarini y Cull, aquí, por más que A. P. hable de minotauro, lo que se ve en los dibujos es un centauro: y sabemos bien qué buenos eran los centauros para desentrañar asuntos difíciles.
Muchas gracias por tu comentario, Julia. La figura que se ve en el laberinto parece en efecto un centauro, pues aunque el cuerpo del animal en alguna de las versiones podría parecer quizás más un toro que un caballo, o al menos tanto uno como otro, la cabeza sin duda carece de cornamenta alguna como la tiene en la iconografía que nos es más habitual. Ahora bien, en la explicación que da del emblema Antonio Pérez habla claramente de un minotauro, como bien dices: "...se ofresçieron a mi aflictión y fortuna aquellas dos devisas de aquellos Labyrinthos. La una del labyrintho çerrado con un Mynotauro con el dedo en la boca, con aquella letra IN SPE tomada del mismo lugar. No fuera de propósito, pues tenía tanto que callar como se va viendo que callaba. La segunda devisa del mismo Labyrintho pero roto, con el dedo apartado de la boca, endereçado al Çielo, con la letra USQUE ADHUC, sacada del mismo lugar." (se refiere a la epístola de San Pablo) No sé si pudiera haber una explicación en el hecho de que haya dos momentos en la gestación del emblema, el original de Gonzalo Pérez y la modificación de su hijo, y que la copia en taller de algún modelo del padre al hacer el del hijo haya favorecido este equívoco. De cualquier manera, es uno más de los enigmas de esta historia.
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