En un conocido relato bibliófilo cuenta Charles Nodier que cierto Teodoro, su protagonista, llevaba siempre un artilugio diseñado para medir con extrema precisión la longitud de las ediciones elzevirianas. La explicación de tan gran exactitud se encuentra en las peculiares características de muchas de las series editoriales impresas por la oficina que fundó en 1587 Lodewijk Elzevir en Leiden y continuaron sus numerosos descendientes, particularmente en las impresas por Bonaventura y Abraham entre 1626 y 1652, por Jean y Eva, su viuda, hasta 1681, y por Daniel y Lodewijk II en Amsterdam, con el mismo término. Después, el último de los impresores Elzevir de Leiden, Abraham, hijo de Jean, acabó llevando la empresa a la ruina. Durante casi cien años la saga familiar publicó libros de todo tipo y formato pero se hizo célebre principalmente por sus pequeñas ediciones en dozavo o dieciseisavo de los clásicos grecolatinos, siempre en buen papel, siempre precedidas de una portada grabada en calcografía, siempre impresas utilizando tipos tan menudos, tan precisos y tan definidos que cada una de sus páginas parece a veces una obra de orfebrería. Otras lineas editoriales, como la literatura francesa o la colección de tratados políticos conocidos como les petites republiques, adoptaron la misma fórmula.
Una edición elzeviriana en comparación con otras dos ediciones del siglo XVII, bien conservadas, de medidas similares. |
Algunos volúmenes de les petites republiques en su encuadernación original subastados como lote en Christie´s hace años. |
Su imitación por no pocos impresores de Holanda, Flandes, Francia o Italia, fraudulenta en ocasiones, fue la primera prueba de su éxito. La segunda, tan imprevisible como previsible había sido la primera, fue que en fecha ya temprana aquellas pequeñas ediciones acabaron convirtiéndose en objeto preciado de colección. La referencia más antigua que conozco procede de un conjunto de ensayos sobre bibliofilia del escritor Andrew Lang donde se extracta un diálogo de un libro francés de 1699 (Entretiens sur les contes de fées et sur quelques autres ouvrages du temps. Pour servir de préservatif contre le mauvais goût, pp. 263-264), en el que sus protagonistas comentan el tradicional prestigio, ajeno a su contenido, del que gozaban ya entonces las ediciones elzevirianas, tan notorio que había incluso quien se privaba de lo más necesario para reunir cuantos ejemplares pudiera encontrar. El coleccionismo de estos pequeños impresos siguió creciendo hasta el siglo XIX, cuando alcanzó su apogeo. Los bibliófilos escrutaban las librerías de toda Europa en su búsqueda, los clasificaban por la pulcritud de la edición, valoraban sus dimensiones con la precisión desmedida del buen Teodoro, pues no en vano se llegaron a comparar los milímetros de sus páginas con los quilates de los diamantes. Con frecuencia los hacían revestir de hermosas encuadernaciones en los mejores talleres de París. Sobre el lomo hacían constar en letras doradas que el ejemplar era un Elzevir, a veces con mayor interés del que ponían en consignar su autor o título. La encuadernación tenía que ser digna de su belleza.
Las Obras de Ausonio, encuadernadas hacia 1820 para Charles Stuart de Rothesay, con sus armas, en el taller de René Simier. No es una edición impresa por los Elzevir, pero sí siguiendo su modelo y como tal asimilada a las colecciones elzevirianas, como se puede ver en el lomo.
Esta imagen y las siguientes proceden del mercado del libro antiguo, en estos días.
Esta imagen y las siguientes proceden del mercado del libro antiguo, en estos días.
Las Obras de César, editadas en la oficina elzeviriana de Leiden, encuadernadas por Hippolyte Duru hacia 1850.
Las Obras de Virgilio bellamente encuadernadas, con el exlibris del bibliófilo Henry Huth.
Las Décadas de Tito Livio editadas por los Elzevir en su oficina de Amsterdam, encuadernadas a principios del siglo XIX en el taller de Bozerian el joven.
Diccionario greco-latino de Eilhard Lubin, editado por la oficina elzeviriana de Amsterdam, encuadernado hacia 1830-1840 en el taller parisino de M.Koehler.
Embajada de Bassompierre en España, impresa probablemente en La Haya, asimilada por Willems a la colección elzeviriana (Nº 1783), encuadernada en la segunda mitad del siglo XIX en el taller parisino de Francisque Cuzin.
El coleccionismo de ediciones elzevirianas acabó siendo un lugar común en la cultura decimonónica occidental, pero a finales de siglo comenzó a declinar. Todavía en 1895 se podía leer en los entretenidos Amores de un bibliómano de Eugene Field que su protagonista, después de perder un Elzevir en una subasta de libros, se vio atacado por la melancolía hasta tal punto que tuvo que meterse en la cama, pues un Elzevir era para él una de las cosas más hermosas que podían ser contempladas por los ojos humanos. Quienes pensaban así fueron desapareciendo. Hace mucho tiempo ya que las ediciones elzevirianas pasaron de moda y en la actualidad no tienen ni de lejos el valor relativo que tenían entonces en el siempre voluble mercado del libro antiguo. Poco queda ahora de aquel coleccionismo ancestral, pero sí gracias a él numerosos ejemplares supervivientes de aquellos talleres, muchos en magnífico estado de conservación y no pocos firmados por los mejores maestros del arte de la encuadernación en el siglo XIX. Y aunque pocos perseguirán ya el anhelado Pastissier françois o perderán el sentido, como Teodoro, por una diferencia de un tercio de linea y casi nadie entenderá el elzeviriómetro como una parodia verosímil, todavía podemos intuir aquel coleccionismo leyendo los muchos testimonios que nos quedan de él, como los citados de Lang, Field o Nodier (cuya traducción se puede descargar gratuitamente en ebook).
Ilustración de Maurice Leloir para El bibliómano, de Charles Nodier, París, 1893 (Gallica).
Quizás en este desinterés del inapelable mercado tenga no poco que ver el desprecio social de los estudios clásicos, que ha vuelto incomprensible para el lector común (ya de por sí escaso) la mayor parte de la colección elzeviriana. Como no podemos sino pertenecer a nuestro tiempo y mi nivel de latín es manifiestamente mejorable, yo sólo tengo esta hermosa edición de las seis Comedias de Terencio, pulcramente encuadernada hacia 1830 en el taller parisino de Koehler. Uno de los propósitos que hice para el nuevo año era mejorar mi latín. Espero que aparezca alguna otra edición elzeviriana por estas páginas. Querrá decir que lo he cumplido.
Terencio Africano, Publio, Pub.Terentii Comoediae sex. Ex recensione Heinsiana, Amstelodami, Ex officina elzeviriana, Aº 1661.
En dozavo (129 x 72 mms.), [48], 304, [8] páginas incluyendo portada calcográfica grabada por Cornelis Claeszoon Duysend, encuadernado en marroquín rojo dorado en cejas y cortes, con indicación de autor y editor en lomo nervado, signado "Koehler" en las guardas.
Felicidades por este bello ejemplar elzeviriano que posees. Por cierto, ahora existen excelentes clases de latín online: http://www.utexas.edu/cola/centers/lrc/eieol/latol-0-X.html. por ejemplo Ya no hay excusa para ignorar ese fascinante idioma (que, además, es mucho más útil de lo que las autoridades que se ocupan de la educación parecen pensar).
ResponderEliminarMe encantan las obras que tratan de bibliómanos, por lo general personajes encantadores en su monomanía: conocía la de Nodier, pero no la de Field. Me haré con ella.
Por ahora voy intentando refrescar el latín mal aprendido en el bachillerato y la universidad que arrastro, me he impuesto una pequeña disciplina en la que espero perseverar. Respecto a lo que comentas de los bibliómanos, a mí también me fascinan esas historias (no sé si al decir esto resulto demasiado obvio). Baste decir que me gustó cómo se refleja ese mundillo en El club Dumas y La novena puerta, aunque me lleve encima los gorrazos de todos los que no soportan a Pérez Reverte. En la referencia al libro de Field está el enlace al comentario que hace de él su traductora, en su propio blog.
ResponderEliminarMe ha encantado este articulo! He aprendido muchooooo! Buen trabajo! Seguiré leyendote!!
ResponderEliminarPD: Quiero lomos ELZ jajajajaja :D
Muchas gracias por tu comentario. No me extraña que te hayan llamado la atención las imágenes, viendo en tu blog el buen gusto que tienes para las encuadernaciones.
ResponderEliminarUrzay.
ResponderEliminarHermosos ejemplar, seguramente vamos a tener el placer de ver otras ediciones elzevirianas en tu blog, acompañadas de los siempre ricos, atinados y entretenidos comentarios con los que las acompañas.
Un abrazo
Muchas gracias por tus palabras, Marco, espero que sí. Un abrazo.
ResponderEliminarque srpas que por tu culpa ya tengo un elzevir jojojo me has corrompido!!!! Y me alegra que lo hayas Hecho!!!
ResponderEliminar¡Qué bueno! Ya te has dado prisa, ya. Cuento con verlo en tu blog algún día de estos.
ResponderEliminarLo que pasa es que la emoción me hizo comprovar su autenticidad a posteriori jajajajajaja Pero afortunadamente salía como buen elzevir en todos los catálogos que en tu blog enlazas. Cuando me llegue te dedico la entrada!
ResponderEliminarLa verdad es que me ha faltado encontrar en la red alguna copia de las publicaciones de Berghman para enlazarlas, que añaden algo al estudio de Willems. Lo bonito de estos catálogos también es que no se limitan a reseñar las ediciones, sino que muchas veces a modo de "arbitri elegantiae elzevirianae" sus autores van calificando con sus comentarios las ediciones, ésta es buena, ésta es peor que la del año anterior con la portada en letras rojas, ésta bien merece una buena cantidad de francos o libras. Son apreciaciones muy de la época, porque yo me he fijado a veces en ediciones que no reciben muchos elogios en ellos y son formalmente tan buenas como otras que sí, pero quizás no tenían algún detalle tipográfico que entonces se apreciaba, o eran menos difíciles de encontrar. Estaré atento. :-)
Eliminarestarán pasados de moda, puede ser, pero el ejemplar me parece precioso y el artículo muy bueno para ir aprendiendo poco a poco.gracias.
ResponderEliminarLo bueno que tienen las modas pasadas es que te permiten encontrar libros muy interesantes por los que apenas nadie se interesa (y son por ello bastante asequibles). Las ediciones de los Elzevir son un ejemplo evidente en nuestros días. Muchas gracias a ti por tu comentario.
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