Días atrás días salí de una librería con la reedición de Zazie en el metro. Había estado hojeando también un libro reciente en homenaje a los Cien mil millones de poemas de Queneau, y ya puestos, varios libros de Perec. Me atraen los experimentos formales y los juegos narrativos, aunque al final siempre acabe leyendo otras cosas. En la solapa de uno de aquellos libros se hablaba de La desaparición, una novela escrita sin usar la letra E. Este artificio, que era muy del gusto de Perec, se conoce como lipograma. Observo con frecuencia que los seres humanos solemos tener una intuición terminal de la historia, como si cada momento del pasado no hubiera tenido otro sentido que ser parte del camino que lleva al presente, como si no tuviera explicación más que a partir de éste. Normalmente es necesario sobreponer a esa intuición una cierta racionalidad para no acabar teniendo una memoria tan imprecisa como algunos autores de divulgación histórica, bastantes periodistas o casi todos los políticos, pero este es otro tema. En lo que se refiere al de esta entrada, no es difícil relacionar el artificio, el juego, la experimentación formal en narrativa, con una vaga idea de lo moderno. Si tratamos de recordar algunos títulos, con naturalidad surgirán bastantes cercanos al momento que vivimos, o todo lo más, nos remontaremos a las vanguardias históricas. A un título caligrafiado en el lomo de un libro se debe que esta vez, hojeando aquella solapa, no me dejase llevar por mi memoria cercana en vez de recordar que hace mucho tiempo, en nuestra tradición cultural, se puso fugazmente de moda ese artificio.
En 1640 salieron de las prensas en Madrid y Barcelona dos libros que contenían novelas escritas sin la letra A. La primera, En el delicto, el remedio, formaba parte de una colección de Alonso Castillo Solórzano titulada Los alivios de Casandra. La segunda, Los tres hermanos, estaba incluida en un rarísimo volumen de Francisco Navarrete Ribera titulado Flor de sainetes. Un año después, en 1641, se publicó en Lisboa una colección de cinco novelas que llevaba el recurso al extremo, suprimiendo en el texto de cada una de ellas una de las cinco vocales. Se titulaba Varios effetos de amor en cinco novelas exemplares, y era la primera obra impresa de Alonso Alcalá y Herrera, un autor portugués de familia castellana asentada en Lisboa poco después de la unión política peninsular. Pese a la diferencia de un año, sus aprobaciones y licencias sugieren que los tres libros son prácticamente simultáneos. La primera aprobación de Los alivios de Casandra está datada el 10 de mayo de 1640. La de Flor de Sainetes, firmada por el temible padre Niseno, el 31 de julio de 1640. La de Varios effetos de amor, el 9 de julio de 1640. Sin una explicación obvia, la colección de Alcalá y Herrera tuvo un éxito superior a las otras. Con su título original se volvió a editar sólo una vez más (en Lisboa, 1671), pero cinco años antes había sido integrada por cierto Isidro de Robles en una compilación publicada bajo el título Varios effectos de amor en onze novelas exemplares, nvevas, nvnca vistas ni impressas, las cinco escritas sin vna de las letras vocales, y las otras de gusto y apacible entretenimiento, compvuestas por diferentes autores, los mejores ingenios de España. Por supuesto, la novedad que anunciaba tal título era falsa, pero el libro tuvo una presencia editorial recurrente durante un siglo, llegando a editarse seis veces (1666, 1692, 1709, 1719, 1729 y 1760).
Alcalá y Herrera, Alonso de, Varios efectos de amor, en onze novelas exemplares, nvevas, nvnca vistas ni impressas. Las cinco escritas sin vna de las cinco letras vocales, y las otras de gusto y apacible entretenimiento. Compvestas por diferentes avtores, los mejores ingenios de España. Recogidas por Isidro de Robles, natural desta coronada villa de Madrid. Añadidas en esta segvnda impressión. dedicadas a Don Francisco Estevan Rodríguez de los Ríos, Secretario de Su Mag. y Familiar del Santo Oficio, Madrid, por Lorenzo García, a costa de Francisco Fernández, mercader de libros, 1692.
[12], 320, [1] páginas, con portada y colofón. Incluye, entre los preliminares, la dedicatoria del editor, las sumas de licencia, tasa y fe de erratas, la tabla de las novelas contenidas en el volumen, el prólogo Al lector y las tres aprobaciones de 1665 tomadas de la primera edición de Madrid, 1666.
Cuarto. Pergamino original, con el resumen del título rotulado a tinta a lo largo de la lomera (Novelas sin letra vocal).
En 1640 salieron de las prensas en Madrid y Barcelona dos libros que contenían novelas escritas sin la letra A. La primera, En el delicto, el remedio, formaba parte de una colección de Alonso Castillo Solórzano titulada Los alivios de Casandra. La segunda, Los tres hermanos, estaba incluida en un rarísimo volumen de Francisco Navarrete Ribera titulado Flor de sainetes. Un año después, en 1641, se publicó en Lisboa una colección de cinco novelas que llevaba el recurso al extremo, suprimiendo en el texto de cada una de ellas una de las cinco vocales. Se titulaba Varios effetos de amor en cinco novelas exemplares, y era la primera obra impresa de Alonso Alcalá y Herrera, un autor portugués de familia castellana asentada en Lisboa poco después de la unión política peninsular. Pese a la diferencia de un año, sus aprobaciones y licencias sugieren que los tres libros son prácticamente simultáneos. La primera aprobación de Los alivios de Casandra está datada el 10 de mayo de 1640. La de Flor de Sainetes, firmada por el temible padre Niseno, el 31 de julio de 1640. La de Varios effetos de amor, el 9 de julio de 1640. Sin una explicación obvia, la colección de Alcalá y Herrera tuvo un éxito superior a las otras. Con su título original se volvió a editar sólo una vez más (en Lisboa, 1671), pero cinco años antes había sido integrada por cierto Isidro de Robles en una compilación publicada bajo el título Varios effectos de amor en onze novelas exemplares, nvevas, nvnca vistas ni impressas, las cinco escritas sin vna de las letras vocales, y las otras de gusto y apacible entretenimiento, compvuestas por diferentes autores, los mejores ingenios de España. Por supuesto, la novedad que anunciaba tal título era falsa, pero el libro tuvo una presencia editorial recurrente durante un siglo, llegando a editarse seis veces (1666, 1692, 1709, 1719, 1729 y 1760).
Alcalá y Herrera, Alonso de, Varios efectos de amor, en onze novelas exemplares, nvevas, nvnca vistas ni impressas. Las cinco escritas sin vna de las cinco letras vocales, y las otras de gusto y apacible entretenimiento. Compvestas por diferentes avtores, los mejores ingenios de España. Recogidas por Isidro de Robles, natural desta coronada villa de Madrid. Añadidas en esta segvnda impressión. dedicadas a Don Francisco Estevan Rodríguez de los Ríos, Secretario de Su Mag. y Familiar del Santo Oficio, Madrid, por Lorenzo García, a costa de Francisco Fernández, mercader de libros, 1692.
[12], 320, [1] páginas, con portada y colofón. Incluye, entre los preliminares, la dedicatoria del editor, las sumas de licencia, tasa y fe de erratas, la tabla de las novelas contenidas en el volumen, el prólogo Al lector y las tres aprobaciones de 1665 tomadas de la primera edición de Madrid, 1666.
Cuarto. Pergamino original, con el resumen del título rotulado a tinta a lo largo de la lomera (Novelas sin letra vocal).
De Isidro de Robles se ha sugerido que pudiera tener parentesco con Alonso de Alcalá por la coincidencia de apellido con la madre de éste. Ha de tratarse, por el contrario, de un librero de ese nombre, perteneciente a una saga madrileña de mercaderes de libros, que aparece profusamente documentado en el estudio sobre la imprenta y el comercio librario en Madrid de Mercedes Agulló. Al mismo clan pudiera pertenecer el Francisco Fernández, mercader de libros, que costeó la segunda impresión, a la que corresponde este volumen. Isidro de Robles murió en 1667 a la edad de 59 años. La edición de esta compilación de novelas debió ser, por tanto, uno de sus últimos trabajos, y probablemente no de los más dignos. Aparte de omitir a los autores y de asegurar en falso la novedad de las obras, alteró los títulos y ciertos detalles de algunas de ellas para dificultar su identificación. Los amantes sin fortuna, por ejemplo, séptima de la recopilación, es en realidad una de las novelas de Lope de Vega a Marcia Leonarda incluidas en La Circe (La desdicha por la honra), con el título cambiado, los nombres de los protagonistas alterados y no pocas supresiones de texto. Tales ediciones irregulares no eran infrecuentes en la época, pero en este caso las omisiones contribuyeron a que el propio Robles, e incluso Lope, fueran tomados erróneamente en ediciones tardías por autores de algunas de las novelas de Alcalá. Aunque se añadieron otras seis novelas y tres casos prodigiosos, es evidente que las cinco lipogramáticas del autor portugués tenían una presencia relevante en la edición. Se anunciaban en el título y, como se ve en este ejemplar, también en el rótulo caligrafiado de algunas encuadernaciones, dando título al conjunto. El atractivo del libro, en gran parte, parece haber residido en la curiosidad del lipograma.
Aún así, ni hubo demasiados ejemplos posteriores a los ya citados, ni se reeditaron con frecuencia. De los tres autores iniciales sólo reincidió Castillo Solórzano, en El desdén vuelto en favor, novela escrita sin I, que se publicaría en 1649 en La quinta de Laura. Poco antes, La vida y hechos de Estebanillo González (1646) se remata con un romance sin la O. Poco después El príncipe Federico, novela escrita sin esta letra A, de Manuel Lorenzo de Lizarazu coincide en las librerías con Méritos disponen premios, de Fernando Jacinto de Zurita. Ambos textos datan de 1654. Son los últimos ejemplos. Después de estos catorce años de lipogramas, el artificio parece extinguirse en nuestra literatura, y salvo raras reediciones, no resucita hasta el siglo XX. Cabe preguntarse, con todo, si fue meramente una moda fugaz, un superficial desafío de academia literaria. No lo creyó así Perec, que escribió para una publicación del Oulipo una Historia del lipograma en la que recuerda a todos estos autores. Y no parece tan solo eso en algunos de ellos.
En los dos libros de Navarrete Ribera, el juego, en muchas formas, tiene una importancia fundamental. La Novela del caballero invisible, que acompaña a Los tres hermanos, es por ejemplo una enloquecida concatenación de equívocos basada en el doble sentido de las palabras y lugares comunes que emplea. Por desgracia no es fácil hoy leer estos libros. Flor de sainetes está publicado solamente en Italia, en una edición al cuidado de la hispanista Antonella Gallo. A la misma filóloga se debe también una edición reunida de todas las novelas lipogramáticas españolas. En cuanto a Alcalá y Herrera, es difícil pensar que jugar con las palabras o atribuir significados a los números fuera para él un mero divertimento. Como las cinco novelas sin cada una de las cinco vocales, prácticamente toda su producción literaria posterior está concebida, incluso desde su estructura, a base de anagramas, de acrósticos, de cronogramas.... En una ocasión idea un libro completo a base de anagramas. En otra juega con las letras que indican los números romanos, y con su valor aritmético, para componer sucesivos poemas de donde se obtiene su fecha de composición. Al final de su vida ensaya el lipograma a la inversa, componiendo poemas con una sola vocal.
Si alguna curiosidad mayor pudiera provocar todo esto, he reproducido al término de estas lineas la primera de las novelas de Alcalá y Herrera, Los dos soles de Toledo. Se lee con dificultad. A las habituales peculiaridades tipográficas del período, a la cambiante ortografía, al estilo algo enrevesado del autor hay que añadir en este caso el artificio de la vocal omitida. Estando como estamos habituados a la belleza sensual de una imagen, de una melodía o de una palabra, muchas veces llega a parecer excéntrico que alguien encuentre belleza en una secuencia lógica, en una demostración matemática, en una combinación métrica o en una posición de ajedrez. Si no de la primera, estas novelas participan, cuando menos, de la segunda.
En los dos libros de Navarrete Ribera, el juego, en muchas formas, tiene una importancia fundamental. La Novela del caballero invisible, que acompaña a Los tres hermanos, es por ejemplo una enloquecida concatenación de equívocos basada en el doble sentido de las palabras y lugares comunes que emplea. Por desgracia no es fácil hoy leer estos libros. Flor de sainetes está publicado solamente en Italia, en una edición al cuidado de la hispanista Antonella Gallo. A la misma filóloga se debe también una edición reunida de todas las novelas lipogramáticas españolas. En cuanto a Alcalá y Herrera, es difícil pensar que jugar con las palabras o atribuir significados a los números fuera para él un mero divertimento. Como las cinco novelas sin cada una de las cinco vocales, prácticamente toda su producción literaria posterior está concebida, incluso desde su estructura, a base de anagramas, de acrósticos, de cronogramas.... En una ocasión idea un libro completo a base de anagramas. En otra juega con las letras que indican los números romanos, y con su valor aritmético, para componer sucesivos poemas de donde se obtiene su fecha de composición. Al final de su vida ensaya el lipograma a la inversa, componiendo poemas con una sola vocal.
Si alguna curiosidad mayor pudiera provocar todo esto, he reproducido al término de estas lineas la primera de las novelas de Alcalá y Herrera, Los dos soles de Toledo. Se lee con dificultad. A las habituales peculiaridades tipográficas del período, a la cambiante ortografía, al estilo algo enrevesado del autor hay que añadir en este caso el artificio de la vocal omitida. Estando como estamos habituados a la belleza sensual de una imagen, de una melodía o de una palabra, muchas veces llega a parecer excéntrico que alguien encuentre belleza en una secuencia lógica, en una demostración matemática, en una combinación métrica o en una posición de ajedrez. Si no de la primera, estas novelas participan, cuando menos, de la segunda.
Interesantísima entrada, como siempre, Urzay. Tienes razón, tenemos tendencia a pensar que nuestro siglo lo ha inventado todo. Y no. Me admira la habilidad de Alcalá y Herrera para componer tanto prosa como poesía con una limitación tan dura como la ausencia de la letra más habitual en nuestro idioma. Aunque como bien dices, su lectura no es fácil,la hazaña es notable.
ResponderEliminarEn efecto, la hazaña es notable si pensamos que es un texto muy largo y que la omisión no afecta sólo al léxico, sino que están los tiempos verbales, los artículos, las preposiciones, todo hay que buscarlo sin A. Dándole la vuelta a todo ello, y haciendo un poco de ciencia ficción, ahora que viejos manuscritos cifrados salen a la prensa de vez en cuando, y sabiendo que todos los sistemas criptográficos utilizan métodos estadísticos de descifrado, si imagináramos esta novela cifrada, y la clave perdida, jamás se podría llegar a saber que está escrita en castellano. Aquí tenemos un nuevo argumento para Dan Brown: el manuscrito Voynich es un lipograma. :-)
EliminarNo digo tu nombre por omitir sonido prohibido,
ResponderEliminarDelicioso post sobre libros curiosos que son de otros momentos pero como el nuestro.
¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah mama mia! ¡No puedo más!
¡¡Qué bueno!! Después de dos lineas se echa en falta, sí. Desde luego, hay que decir que tú en aquella época no desentonabas nada, porque agudeza y arte de ingenio desde luego no te faltan.
EliminarImpresionante exposición, y dientes largos, tengo que reconocer que cuando vi un reportaje de los Cien mil millones de poemas de Queneau,(que también me compre en la librería)jejejejej nombraron algún titulo experimental, (que estuve buscando y no encontré nada ) y de poderío, porque hay que reconocerlo, que no es fácil,,,,, y el libro curioso, como a mi me gustan jejejejej
ResponderEliminarPues había pensado dedicar la próxima entrada también a otro bastante curioso, no sé si buscar otro para que no acabe pareciendo esto una galería de raros :-)
EliminarMás que los lipogramas, me ha llamado mucho la atención el libro a base de anagramas.
ResponderEliminarPongo a este autor en mi lista de deseos.
En ese de los anagramas es en el que están también los himnos con cronogramas basados en la numeración romana. A mí ese me va menos, porque es de tema religioso, pero en efecto, la forma es fascinante. Ediciones de estas novelas se ven con cierta regularidad en el mercado, porque hay varias, pero el Jardín anagramático creo que sea rarísimo.
EliminarQue entrada más interesante. Solo por haberme regalado la palabra "lipograma" (que desconocía completamente) te estoy agradecido, pero es que leer la historia de los libros escritos sin las vocales me ha sonado casi a relato de cincia ficción. Que bien nos viene como dice, bañarnos un poc de humildad de vez en cuando, cada vez que se nos sebe el "pavo de la modernidad".
ResponderEliminarInteresante, interesante...
Saludos.
Debe ser una palabra que viene y va, Óscar, porque en la edición del diccionario de la RAE que yo tengo en casa no aparece, pero sí está si se busca en el diccionario entrando en la web de la RAE. No debe ser muy frecuente esa raíz griega, en el artículo de Perec que se cita en la entrada dice conocer solo otra palabra en francés con la misma raiz, lipotimia, y en castellano creo que sea un caso parecido.
EliminarUrzay.
ResponderEliminarUn ejemplar precioso, acompañado de una más,de tus siempre interesantes entradas.
Gracias por el detalle de incluir la reproducción integra de "Los dos Soles de Toledo".
Saludos.
Me alegro de que te gustase, Marco. He puesto ahora las fotografías de la novela de dos en dos porque se me hacía eterno bajar hasta los comentarios. Pinchando en cada una debería haber una manera de que aparezca en su tamaño original, pero debo ser un poco torpe porque una vez me lo explicó Galderich y no veo bien cómo.
Eliminar¡Toma! Y yo que pensaba que Les Luthiers y sus cinco canciones, cada una con una sola vocal, eran originales!. Resulta que el invento tiene cuatrocientos años. Buenísima entrada y el libro de los de robar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Alfonso
Hay referencias grecolatinas antiguas, pero en castellano creo que son los primeros ejemplos. De hecho el primer precedente conservado es una obra de un gramático latino del siglo VI, pero que no se edita hasta 1696, a partir de un manuscrito. Me llama la atención que en 1640 hayan surgido estos casos a la vez, y no sé si conociendo o no esos referentes antiguos. Pero bueno, puede que Les Luthiers tampoco conocieran a éstos, quizás a través de los oulipianos (o ni eso). La historia es cíclica, dicen.
EliminarUn abrazo
He leído el principio de "El caballero invisible" y me parece que es un ejemplo de lo mal que se puede escribir con mucho ingenio. Los otros ejemplos que das -a excepción de las obras de Perec- no los conozco, pero indagaré en ellos. Me asalta ahora una duda que quizás tú puedas solucionarme. Creo recordar que María Zayas también escribió lipogramas, ¿no?
ResponderEliminarGracias de antemanoy enhorabuena por tu blog, que me parece excelente.
A mí "El caballero invisible" me resulta casi incomprensible, porque se me escapan bastantes de las alusiones o las referencias que contiene. En mi opinión la novela se agota en el encadenamiento mismo de juegos de palabras, aunque no creo que en el fondo se pretendiera otra cosa que construirla de esa manera. No recuerdo ahora que María de Zayas recurriera a este artificio, pero de todas formas lo voy a mirar. Muchas gracias por pasarte por aquí y por tus palabras tan amables.
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