Hay un poema de Safo que desde el extraordinario descubrimiento de Grenfell y Hunt en Oxirrinco se conoce caprichosamente fragmentado. El papiro donde se encontró conserva tan solo la parte final de cada uno de los versos, cuyas primeras palabras se han perdido en cada linea de escritura, truncadas por el azar. Durante décadas las conjeturas de no pocos helenistas se han sucedido tratando de reconstruir el poema, intuyendo su enorme belleza. Hace muy pocos años se ha podido rehacer con razonable certeza por circunstancias igualmente caprichosas: entre los materiales que formaban el cartonaje de una momia egipcia del siglo III a. C. dos especialistas fueron capaces de identificar fragmentos de papiro con vestigios escritos de tres poemas de la autora lesbia; uno de ellos, por una maravillosa casualidad, completaba lo que faltaba en aquel.
Sé que no actualizo el blog desde hace tiempo pero no hay una razón precisa para ello, ni siquiera mi lamentable pereza, pues desde la última he escrito varias entradas que deseché, desinteresado antes de acabarlas. Ocurre que una de mis pueriles fantasías es que algún día puedan recuperarse los nueve libros de Safo, y considerando que sobran dedos en las manos de una persona para contar los poemas que de ella se conservan completos y que no conocemos más que unas cuantas decenas de sus versos dispersos se comprenderá que la recuperación de ese poema me pareciera en su día digna de la portada de un periódico de información general, no solo merecedora de la atención especializada. Recientemente, después de leer la prensa digital, tropecé al azar con la reseña que del hallazgo escribió entonces Carlos García Gual para la revista Letras libres. Me fijé en los comentarios que había merecido la reseña desde el año en que se publicó: ninguno. Tenía todavía demasiado frescas las noticias que a diario ocupan el interés general en los periódicos españoles y los centenares de prescindibles comentarios que generan en sus versiones digitales como para no recordar entonces la razón por la que me venía ocupando de estas páginas de bibliofilia. De modo que volverán a aparecer sin orden libros por aquí, remotos, curiosos, menores, extraños, hermosos, con el entusiasmo de quien los considera importantes. Será, con todo, en próximas entradas, pues no quiero estropear ésta añadiendo nada que no sea ese poema de Safo en la traducción truncada de Aurora Luque, en la conjetural que figura en el prólogo de Bruno Snell recogido en la Antología de la poesía lírica griega de Carlos García Gual y en la versión reciente de Marco Antonio Santamaría, con su análisis ya sobre el texto recuperado, que se puede leer en Academia.
Los especialistas han creído interpretar varias sutilezas, dos particularmente sugerentes, en la mención final de Titono. Se cuenta en las fuentes mitológicas que Eos, la Aurora, se enamoró del joven Titono y le pidió a Zeus que su amado pudiese compartir con ella la inmortalidad reservada a los dioses. Su petición fue atendida de forma literal, como una de esas bromas macabras que a los humanos reservaba el panteón olímpico, pues Eos olvidó pedir también que Titono pudiese conservar su juventud, condenándolo a envejecer eternamente. En la primera interpretación, Safo le mencionaría desde la afinidad de quien envejece mientras quienes se encuentran a su alrededor tienen siempre la misma edad: los dioses en el caso de aquel, sus discípulas, siempre jóvenes, en el suyo propio. En la segunda, desde el consuelo de quien encuentra preferible la propia mortalidad al espantoso destino de Titono. En las primeras lineas de escritura del papiro central mis precarios rudimentos de griego adquiridos y olvidados en el bachillerato me sirven tan solo para ir identificando las palabras mágicas, fascinantes, que un escriba del siglo III a.C. trazó con el cálamo según copiaba los versos de la poetisa griega. Miro por la ventana y me doy cuenta de que apenas habrá quien lo encuentre extraordinario. No importa.
Sé que no actualizo el blog desde hace tiempo pero no hay una razón precisa para ello, ni siquiera mi lamentable pereza, pues desde la última he escrito varias entradas que deseché, desinteresado antes de acabarlas. Ocurre que una de mis pueriles fantasías es que algún día puedan recuperarse los nueve libros de Safo, y considerando que sobran dedos en las manos de una persona para contar los poemas que de ella se conservan completos y que no conocemos más que unas cuantas decenas de sus versos dispersos se comprenderá que la recuperación de ese poema me pareciera en su día digna de la portada de un periódico de información general, no solo merecedora de la atención especializada. Recientemente, después de leer la prensa digital, tropecé al azar con la reseña que del hallazgo escribió entonces Carlos García Gual para la revista Letras libres. Me fijé en los comentarios que había merecido la reseña desde el año en que se publicó: ninguno. Tenía todavía demasiado frescas las noticias que a diario ocupan el interés general en los periódicos españoles y los centenares de prescindibles comentarios que generan en sus versiones digitales como para no recordar entonces la razón por la que me venía ocupando de estas páginas de bibliofilia. De modo que volverán a aparecer sin orden libros por aquí, remotos, curiosos, menores, extraños, hermosos, con el entusiasmo de quien los considera importantes. Será, con todo, en próximas entradas, pues no quiero estropear ésta añadiendo nada que no sea ese poema de Safo en la traducción truncada de Aurora Luque, en la conjetural que figura en el prólogo de Bruno Snell recogido en la Antología de la poesía lírica griega de Carlos García Gual y en la versión reciente de Marco Antonio Santamaría, con su análisis ya sobre el texto recuperado, que se puede leer en Academia.
Los especialistas han creído interpretar varias sutilezas, dos particularmente sugerentes, en la mención final de Titono. Se cuenta en las fuentes mitológicas que Eos, la Aurora, se enamoró del joven Titono y le pidió a Zeus que su amado pudiese compartir con ella la inmortalidad reservada a los dioses. Su petición fue atendida de forma literal, como una de esas bromas macabras que a los humanos reservaba el panteón olímpico, pues Eos olvidó pedir también que Titono pudiese conservar su juventud, condenándolo a envejecer eternamente. En la primera interpretación, Safo le mencionaría desde la afinidad de quien envejece mientras quienes se encuentran a su alrededor tienen siempre la misma edad: los dioses en el caso de aquel, sus discípulas, siempre jóvenes, en el suyo propio. En la segunda, desde el consuelo de quien encuentra preferible la propia mortalidad al espantoso destino de Titono. En las primeras lineas de escritura del papiro central mis precarios rudimentos de griego adquiridos y olvidados en el bachillerato me sirven tan solo para ir identificando las palabras mágicas, fascinantes, que un escriba del siglo III a.C. trazó con el cálamo según copiaba los versos de la poetisa griega. Miro por la ventana y me doy cuenta de que apenas habrá quien lo encuentre extraordinario. No importa.
Yo encuentro esta noticia extraordinaria. Gracias por compartirla.
ResponderEliminarMe parece una gran noticia y un bellísimo poema. Gracias por acercárnoslo.
ResponderEliminarMuchas gracias a vosotros por vuestra amabilidad. En realidad la noticia es de hace unos pocos años, no de ahora. Este mismo año se ha podido conocer otro poema, hasta ahora ignorado, aunque no se dan las circunstancias tan especiales del caso que describo. A reseñar simplemente, sin juzgarlo, que estas noticias aparecen en el suplemento literario del Times.
ResponderEliminarMe gustaría preguntar a nmsanto, ( y pido perdón por haberlo curioseado), por la página a la que enlaza tu pseudónimo en wordpress. Veo, con asombro, que va a estar dedicada a la Relación del reino de Nippon de Ávila Girón, y me parece casualidad increíble porque precisamente este verano he estado revisando bibliografía sobre el siglo ibérico del Japón (y más en concreto sobre biombos namban) y me llama la atención que el manuscrito de Ávila Girón siga todavía inédito, como tantas otras fuentes interesantes de este período, pues tenía entendido que el texto publicado en varios números de archivo iberoamericano en los años 30 no estaba completo. ¿Estás trabajando sobre él? (si no es mucha indiscreción...)
Es una alegría poder compartir estas cosas con personas a las que también les parezcan fascinantes, aunque seamos pocos.
Querido Urzay, entiendo perfectamente tu silencio -a mí me pasa lo mismo, no hay razón especial- y tu decisión de seguir tratando de esas cosas "pequeñas" que tanto nos gustan -yo seguiré con las marcas, las iniciales, los ejemplares raros, las webs especializadas... Celebro tu vuelta y, por supuesto, cuenta con mi entusiasmo.
ResponderEliminarCarlos
Muchas gracias por tus palabras, Carlos, es recíproco, yo también estoy pendiente de tus actualizaciones, independientemente de la periodicidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por seguir enseñandonos,,siempre agradecido de tus interesantes y eruditos posts
ResponderEliminarGracias a ti, Luis, por seguir pasando por aquí
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