martes, 8 de diciembre de 2009

LOS LIBROS HISPÁNICOS DE PHILLIPPS

     Recientemente, con motivo de cierta investigación que me lleva ocupando algunos ratos sueltos desde hace unos meses, he tenido la oportunidad de revisar una serie de viejos catálogos de ventas de libros y manuscritos. La mayoría de ellos contenían fondos procedentes de la excepcional colección formada a lo largo de su vida por Sir Thomas Phillipps, uno de los más conocidos, -y compulsivos-, bibliófilos de todos los tiempos. Algunos no lo considerarán como tal, habida cuenta de que la misma magnitud física de su biblioteca hacía imposible que hubiera tenido tiempo material siquiera para examinar con cierto detalle buena parte de los fondos que la formaban.
   En el ámbito anglosajón es una colección célebre, y ha sido objeto de un estudio específico en varios volúmenes, realizado por A.N.L.Munby. A partir de él se viene cifrando la Bibliotheca Phillippica en unos 100.000 volúmenes, -cuarenta mil impresos y unos sesenta mil manuscritos-. Un pequeño porcentaje de ellos corresponde al fondo hispánico, no demasiado bien conocido. Hay tan sólo, que yo sepa, un interesante artículo de David Hook, y asímismo referencias puntuales en monografías sobre algunos de los ejemplares, o en obras de referencia, como el muy útil Manuscritos de España de Martín Abad. Hook, a partir de Munby, estima el fondo manuscrito español en unos 1.200 ó 1.300 volúmenes, quizás más, basándose en las noticias sobre una frustrada venta del mismo al librero norteamericano Rosenbach en 1924, para cuya preparación el nieto de Phillipps debió dedicar casi tres meses a elaborar un listado. Unido al fondo impreso debe haber constituido, por tanto, una biblioteca hispánica magnífica, aún representando un porcentaje pequeño de la colección total. 
     De la revisión de los catálogos de venta queda la impresión de que la parte fundamental del fondo manuscrito se liquidó en tres subastas de Sotheby´s, en 1970, 1973 y 1976, donde se remataron unos 700 volúmenes en casi 400 lotes. Entre ellos salieron a la luz entonces numerosos manuscritos poéticos de los siglos XVI, XVII y XVIII con obras de nuestros principales autores, copias tempranas del Marqués de Santillana, Lope o Quevedo, el manuscrito único de la colección de novelas cortas de Pedro de Salazar, las únicas copias conocidas del Lidamarte de Armenia o de la Historia caballeresca de don Claridoro, príncipe de España, el archivo personal de Juan de Iriarte o fracciones significativas de los archivos de las casas de Astorga o Montemar. 

Sotheby & Co, Bibliotheca Phillippica, New Series: Ninth part, 1973.
Sotheby & Co, Bibliotheca Phillippica, New Series: Sixth Part, 1970.
Sotheby & Co, Bibliotheca Phillippica, New Series: Sixth Part, 1970.
Sotheby & Co., Bibliotheca Phillippica, portadas de catálogos con manuscritos españoles.

  Con todo, es probable que muchos de los mejores libros hayan sido vendidos gradualmente en los 100 años anteriores a estas subastas, cuando, tras la muerte de Phillipps en 1872, sus herederos comenzaron a sacar al mercado gradualmente la colección, ante la imposibilidad de encontrar una institución que la comprase. Los catálogos de Lionel y Philip Robinson, -que adquirieron tras la segunda guerra mundial lo que quedaba entonces de la Biblioteca Phillippica-, muestran ocasionalmente magníficos ejemplares hispánicos.  


W.H.Robinson LTD., Catalogue 81, 1950





W.H.Robinson LTD., Catalogue 83, 1953


    En 1978 los restos de la colección fueron adquiridos por H.P.Kraus. Un año después publicaba un cuidado catálogo, el nº 153, que incluía una breve nota preliminar confesando su frustración por no haberla podido adquirir 30 años antes y su alegría por haber podido hacerlo finalmente, con la satisfacción de que lo que algunos llamaban “los pobres restos” de la biblioteca eran todavía centenares de cajas de libros y manuscritos que, tras un siglo de ventas continuadas, seguían conteniendo ejemplares excepcionales. Tras el fallecimiento de Kraus, la librería siguió vendiendo materiales hispánicos de Phillipps en algunos catálogos, como el nº 196, Spain, Portugal and their overseas Empires, 1994, que contiene varias decenas de referencias procedentes del coleccionista británico, hasta su cierre y la liquidación de sus últimos fondos en las subastas de Sotheby´s de diciembre de 2003, The inventory of H.P.Kraus, donde se remataron los últimos. Todavía algunos ejemplares se pueden ver en mercado en la actualidad.   

H.P.Kraus, Catalogue 153, 1979


H.P.Kraus, Catalogue 196, 1994
Sotheby & Co., The inventory of H.P.Kraus, 2003

H.P.Kraus, Catalogue 153, 1979

El catálogo 153 de Kraus publicaba también una fotografía de Phillipps hacia 1860, con cerca de 70 años, probablemente tomada en la misma sesión fotográfica a la que pertenece su imagen más conocida. Sólo con observarla en detalle parecen verosímiles las numerosas anécdotas que se pueden leer en diversas fuentes sobre el personaje y su bibliomanía. De éstas se intuye que debió ser hosco y temible, y que no dudó en hipotecar su holgadísima posición económica para seguir incorporando sin descanso nuevos ejemplares a su biblioteca. Practicamente ninguna de estas historias da una imagen amable de Phillipps, por lo que no es difícil sentir cierta simpatía por el ser humano que se pudo ocultar tras esa altiva pose victoriana, tras esa imagen de intratable maniático que tuvo ya en vida. Voy a traducir una de ellas, en la creencia de que no estará demasiado difundida. Aparece en un catálogo de 1953 de Lionel y Philip Robinson, que habían adquirido los papeles privados de Phillipps junto a su biblioteca, y la relatan con el declarado objeto de mostrar que quien coleccionaba con “tan fanático celo, a la mayor escala” también dejó escapar a veces oportunidades únicas:

     En 1847, un ejemplar de la Biblia de Gutenberg salió a la venta en Sotheby´s. Phillipps puso todo su empeño en adquirir el libro, y delegó su compra en los señores Payne y Foss, con un límite de 300 libras. Puesto que el mayor precio pagado con anterioridad por un ejemplar habían sido 190 libras, parecía una puja generosa, y habría sido harto suficiente si James Lenox, de Nueva York, no hubiese estado también resuelto a comprarlo, dando carta blanca a los señores Wiley y Putnam para pujar sin límite. Al llegar a 300 libras, Foss abandonó la puja, y trató de  convencer a Phillipps, que estaba presente, de que no pagase más. El Baronet, sin embargo, no quería ser convencido, y continuó pujando personalmente hasta alcanzar la cifra sin precedentes de 495 libras, para acabar renunciando cuando su oponente ofreció 500. Lenox quedó tan espantado del precio que durante un tiempo rehusó aceptar el volumen. Todo esto se conoce bien por el relato que de ello hace Henry Stevens. Sin embargo, de la correspondencia de Phillipps hallada entre sus papeles sale ahora a la luz que el licitador derrotado tuvo la oportunidad de cambiar el resultado de la subasta. El 17 de mayo de 1847 los señores Wiley y Putnam escribieron a Phillipps lo siguiente: 

     “Nuestro corresponsal en Nueva York, para quien compramos la Biblia Mazarino en Sotheby´s el pasado marzo ha escrito para decir que habiendo cerrado recientemente la compra de una gran colección privada no le preocupa retener la Biblia, con tal de que se pueda traspasar sin pérdida material, y que desea que nosotros se lo propongamos al caballero que realizó la puja inmediatamente anterior. Habiendo sabido que usted era ese caballero, le rogamos nos informe si estaría todavía interesado en poseer la obra, y si así fuera, qué pérdida, si hubiera alguna, esperaría usted que asumiera nuestro corresponsal. 
    Podemos declarar abiertamente que este caballero es el señor James Lenox de Nueva York, un caballero de gran riqueza, comprometido ahora en formar una biblioteca principesca y una costosa colección de Biblias. Sus instrucciones para la compra de este libro entre otros fueron cumplidas positivamente, -y por tanto no tenemos interés personal en su transferencia-, pero como ahora por la razón ya citada nos ha dado instrucciones para ofrecérselo al autor de la puja más alta, si quisiera tenerlo a un precio aproximado, por supuesto las seguimos. La Biblia habría sido ya enviada a Nueva York de no ser por la ausencia del señor Putnam, en Italia. El señor Putnam acaba de regresar, y se embarcará para Nueva York el jueves o el viernes, y como desea llevarse la Biblia en caso de que usted no acceda a su proposición, nos sentiríamos enormemente obligados si usted nos honrase con su respuesta a vuelta de correo. El señor Lenox no está dispuesto a incurrir en pérdida material, dado que es perfectamente capaz de asumir el libro, aún tan caro como ha sido; es quizás simplemente la aceptación algo inesperada de su oferta por la citada colección lo que le ha llevado a escribirnos así sobre este particular.  Quizá se evitaría un carteo innecesario si mencionamos ya que está dispuesto a asumir una pérdida de 25 libras.”

     La respuesta de Phillipps a Wiley, que los Robinson atribuyen a consejo externo, es del 20 de mayo:

     “Señor, puesto que fríamente yo no daría más de 300 libras por la Biblia Mazarino, no hay oportunidad para mí de poseer el libro, y es correcto que América pueda alardear de tener un ejemplar del mismo. Estoy, por tanto, deseando dejarlo marchar, con la única esperanza de que no sea tragado por el profundo mar. Le ruego que presente mis respetos al señor Lenox y le felicite de mi parte por la posesión de tal libro”.   
      
     Puede que en el fondo no fuese tan fanático. La prensa de la época tachó el precio de enloquecido, pero los Robinson cierran la historia diciendo que tanto Phillipps como Lenox vivieron lo suficiente para ver cómo otros ejemplares llegaban a multiplicar ese precio por cuatro. La Biblia de 42 lineas que compró Lenox fue, según se cree, la primera en llegar al continente americano e ingresó años después en la Biblioteca Pública de Nueva York, donde se conserva actualmente. 
     Parece que, al final, el mar fue piadoso.

10 comentarios:

  1. Urzay, aunque llego tarde, no quiero empezar la que es la primera de un larga relación de visitas y comentarios a tu blog, sin darte mi enhorabuena y mis más sinceros ánimos a tu nueva singladura en la web.Evidentemente nos encontramos ante un blog de altísimo nivel, por lo qué puedo afirmar con seguridad que nos vas a regalar, historias, conocimientos, reflexiones y emociones sobre los libros, que harán las delicias de nuestros momentos de ocio.

    Hoy nos das a conocer a un bibliómano singular, que posiblemente se le pueda reprobar como persona y tal vez su colección de libros fue creada de manera compulsiva, pero sin duda sus ejemplares son la envidia de cualquier bibliófilo.
    Los libros españoles han sido admirados fuera de nuestras fronteras y han formado parte de grandes colecciones. Yo hace poco, como indicaba en mi último artículo, descubrí la colección Robert B. Honeyman, que en su colección de libros científicos incluía ejemplares españoles realmente raros.
    Los antiguos catálogos de subastas nos dan noticias de ello. Resultan evocadores y nos muestran auténticas bellezas bibliográficas. Libros que ya es difícil ver en grandes subastas, aunque no están muy lejanas en el tiempo -años setenta y ochenta-.
    El que hoy nos muestras es una gozada y estoy convencido que ninguna de sus páginas tiene desperdicio.

    Saludos bibliófilos

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  2. Urzay,
    Lo que hace la envidia de no poder poseer toda esta cantidad de libros... Es cierto que no tuvo tiempo de saborearlos pero con sólo el sabor de 10 de estos libros yo ya me conformo... quizá pensó que viviría eternamente...
    La anècdota de la Bíblia de Gutenberg muy buena. A todos nos ha pasado alguna vez que un libro se escapa y después lo vemos vendiéndose a precios más altos... ¡aunque cada uno juega una liga diferente!

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  3. Urzay.

    Las historias de los bibliófilos del XIX, siempre resultan fantásticas. Las leemos con gran interés y nos provocan la más sincera envidia. gracias por dar a conocerla.

    Saludos bibliófilos.

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  4. Urzay,
    Que entrada de lectura más deliciosa.
    Más que un bibliófilo Sir Thomas Phillipps era un bibliómano compulsivo como lo dices. Pero quién no tiene una sana envidia de poseer al menos una pequeña parte de estos ejemplares.
    Lo siglo XIX, además de los libros de escritores, de que gusto mucho, tiene libros sobre libros (con anécdotas muy curiosas) que hacen comprender un poco mejor nuestra pasión por los libros antiguos
    Saludos

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  5. Amigo Urzay: magnífica entrada e interesantísimo Catálogo que me pondré a buscar. ¿Es de Krauss o de Christie’s?
    Tengo la fortuna de contar con dos libros provenientes de esta legendaria biblioteca.

    Muchas gracias por esta información tan interesante!!

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  6. Lamberto, muchas gracias por tu comentario. El tuyo es el primer blog de libros antiguos que descubrí, por casualidad, y a partir de él fuí encontrando todos los demás. Ya he visto que estás preparando "La Ilustración", espero leerlo pronto. Lo que comentas de los libros españoles en el extranjero es cierto. Y me da la impresión de que la trayectoria se ha invertido, y en los últimos 20 años una muy pequeña parte de lo que salió durante el siglo XIX y parte del XX va retornando, muy poco a poco. Lo que puede retornar, claro.

    Galderich, éste desde luego jugaba en la Champions. Creo que no ya con 10, tú te conformabas sólo con el de Ausiàs March. Bueno, no sólo tú...

    Marco, es verdad que las historias de bibliófilos suelen ser siempre curiosas. Y qué poco explotadas en la literatura, con el juego que podían dar.

    Rui, estoy totalmente de acuerdo con lo que comentas de los libros sobre libros. Algunos de los escritores que más leo hacen literatura sobre la literatura, y sin llegar a eso, actualmente los libros sobre libros (modernos), aunque muchas veces de encargo, son casi un género literario. A mí, al menos, me suelen interesar bastante. Siempre descubres cosas nuevas. Quizás, un día que tengas tiempo, podías dedicar un post a este tema en el siglo XIX.

    Saludos bibliófilos a todos.

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  7. Diego, se nos han cruzado los comentarios. Acabo de poner al pie de las fotos las referencias de catálogo, aunque hay algunos catálogos más, a ver si tengo un rato y añado algunas otras. El último es de Kraus, Bibliotheca Phillippica, cat. nº 153, 1979, aunque sólo tiene cuatro manuscritos españoles, uno de ellos, el "Libro de los animales de caza" lo compró la B.N.E. Los de Robinson tienen referencias ocasionales, la mayoría las he puesto ya en la entrada, voy a añadir las que faltan. Quizás haya más catálogos de Robinson con libros españoles, pero todavía no los he visto. Los que más tienen sin duda son los tres de Sotheby´s de 1970, 1973 y 1976, con cientos de referencias, interesantísimas, y algunas quizá circulando todavía, porque las compras institucionales no debieron ser demasiadas. De ellas proceden el fondo de Iriarte hoy en la Biblioteca March, y algunas cosas que compró la BNE. Estos 3 se encuentran fácilmente en ViaLibri. Voy a poner una foto de las portadas. El artículo de Hook da muchas pistas, está publicado en "La memoria de los libros...", coord. por P.Cátedra et alt., 2004. Voy a incluir también en la entrada el enlace con su referencia bibliográfica en dialnet.
    Respecto a los dos ejemplares tuyos, espero que un día nos los puedas mostrar.
    Saludos bibliófilos desde la meseta.

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  8. Finalmente quedó actualizado todo con algunas referencias más y un par de enlaces.
    Saludos

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  9. Akiko y su almohada17 diciembre, 2009 11:12

    De acuerdo con el resto en el altísimo nivel de tus post. ¡Qué erudición!. Me ha encantando la anécdota; imagino que los piques en subasta son habituales, ya que es difícil resistir la tentación.
    Un saludo

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  10. Gracias por tu comentario sobre el blog, Akiko, que no creo merecer. Esta tarde voy a tratar de actualizarlo con una entrada que esté relacionada, creo, con la almohada de tu nick, el tiempo de estos días en la Península parece una oportunidad inmejorable. Un saludo.

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