Definitivamente, este blog es demasiado serio. Y además lo actualizo poco. Así que decidido a subsanarlo, y a sustituir las páginas polvorientas por la actualidad más vanguardista, este fin de semana he visitado el MUSAC, que inauguraba exposición. Para quien no lo conozca, bastará decir que es uno de los museos que reproducen ese difundido modelo, tan grato a nuestros políticos, que podría resumirse en el siguiente pensamiento genial: “hagamos un edificio espectacular, y ya pensaremos después qué podemos meter dentro”.
No sé por qué me he acordado ahora de esto.
Ciertamente, el edificio ha ganado varios premios de arquitectura, y desde su inauguración, el MUSAC ha dedicado exposiciones a algunos de los nombres que más suenan en el circuito internacional del arte contemporáneo, como el interesante equipo japonés SANAA, reciente ganador del Pritzker, la conocida artista suiza Pipilotti Rist, cuya exposición en el MOMA figura entre las más visitadas el pasado año, o el cotizado artista chino Terence Koh, que te ofrece en su página web la posibilidad de hacerte con una obra suya, sus calzoncillos usados, por ejemplo, al módico precio de 200 US $.
Pero este año de crisis quienes nos administran han debido darse cuenta de que hay que utilizar el presupuesto para otras prioridades. Y como la falta de medios alienta la imaginación, de la desorientada imaginación de alguien ha surgido la transgresora propuesta para esta temporada: durante 40 días, tres artistas se han encerrado en el museo junto a 15 voluntarios, a ver qué sale. El prometedor anticipo de tal tormenta de ideas se podía leer el sábado en la prensa local. Realmente merece la pena leer la reseña, no sólo por las reveladoras palabras de los entrevistados, sino también por apreciar la lucidez de la periodista. Para quien no quiera hacerlo, me limitaré a citar que los protagonistas están convencidos de haber realizado un esfuerzo sobrehumano. Es más, literalmente, “teniendo en cuenta las rigideces a las que estamos sometidos los artistas en todas las operaciones que tienen que ver con el arte, esta experiencia no se puede definir más que como un pequeño milagro”.
Con estas premisas, resuelto a no perderme el resultado de tamaño empeño, que haría palidecer a quienes desde las murallas de su desdichada ciudad vieron llegar las diez mil naves de los aqueos, dediqué la tarde del sábado a visitar la exposición. Nada más entrar, un gigantesco globo con forma de dirigible ocupaba casi todo el espacio de la inmensa sala inicial. En los ojos de mis hijas, recordando las atracciones hinchables que a veces instalan en su colegio, apareció al punto el brillo característico de quien empieza a sospechar que quizás no ha perdido la tarde. Mi mujer, con esa ironía cargada de pragmatismo, tan femenina, comentó que ya sabíamos lo que habían estado haciendo allí encerrados durante cuarenta días: inflando. Tras sortear el dirigible, unas instalaciones audiovisuales explicaban la experiencia. Después de algunas estructuras geométricas no demasiado estables, unos relieves topográficos, muchas fotocopias por el suelo y algunos montajes por las paredes jugando con reproducciones del Laocoonte, se llegaba a lo que a mi limitado juicio era la estrella de la exposición: una instalación de altavoces y pantallas que proyectaban la imagen de nuestros 18 héroes reunidos con seriedad religiosa en torno a una gran mesa blanca, leyendo (no muy bien) fragmentos de un libro de Steiner, según parece, mientras dos grandes perros, tumbados sobre la mesa, se aburrían espantosamente; el más inconformista de los dos trataba de distraerse con unas bolas de pienso que, dada la pulcritud en el comer que caracteriza al mejor amigo de nuestra especie, se desparramaban por la superficie blanca en busca de mejor suerte.
¿Habré entendido bien?
En el comprensible estado de shock inducido por el vano esfuerzo de dedicar varios minutos a tratar de comprender aquello, se llegaba a la siguiente instalación, varios tubos inflados, dispuestos radialmente, sobre los que fue imposible evitar que se pusieran a saltar las niñas. Afortunadamente no estaba mal visto, porque minutos antes la pequeña había pisado inadvertidamente una chapa de aglomerado que había por ahí, mereciendo la amonestación de uno de los vigilantes. El título de los tubos, “Ikurriña corridor”. A continuación una especie de almacén de imágenes, después un expositor con muñecos, y finalmente reaparecía lo que aparentaba ser el extremo opuesto del dirigible, o quizás otro inmenso globo parecido. De su interior, a través de una estrecha fisura vertical, salían con dificultad varios modernos, algo descompuestos por la fuerza del aire. Intenté evitar las dos miradas apremiantes que sospechaba clavadas en mí pero ya era tarde, más aún cuando se me acercó un vigilante, sin que nadie le preguntase, para que me quedara bien claro que las niñas no podían entrar solas, por lo que hubo que ponerse a empujar la endemoniada abertura del globo, contra el vendaval que salía del interior, para que pudieran entrar. Acompañadas, lamentablemente. Estuvimos un rato en aquella vacuidad, las niñas corriendo, hasta que una cabeza surgió esforzadamente por aquella gatera y entonces salimos, haciendo el camino inverso, parando un momento para ver unos cráneos que nos habían pasado desapercibidos. Al salir, en el vestíbulo del edificio, un gran montaje fotográfico en blanco y negro, que alguien habrá juzgado sin duda brillante, contraponía dos memorables parejas de actores. En fin. Bien lejos de mi intención está juzgar a nadie. Como dijo Francesillo de Zúñiga, necesario y cosa raçonable es a los honbres buscar manera de vivir. Respecto a donde queda el arte aquí, me remito a una sabia expresión argentina: este....
La misma desorientación que hay en la sociedad está en el arte. Nunca el arte había sido tanto el fiel reflejo de la sociedad.
ResponderEliminarTe entiendo perfectamente, profesionalmente trabajo con artistas...Que esperabas, amigo Urzay, si te metes en la boca del lobo. Estoy totalmente de acuerdo con Galderich. Estamos en el momento del cansancio plástico y el todo vale. Aunque aun quedan artistas que evolucionan correctamente y nos muestran buen arte; sólo hay que saberlos buscar; evidentemente no llenan las portadas de la prensa.
ResponderEliminarLo malo es que se mezcla el concepto de arte con "lo que viste en el MUSAC" que posiblemente debiera denominarse algo así como, expresiones psicoplásticas, expresión que seguro que encajaría bien en este mundillo. Yo realmente las llamaría majaderías con forma.
Saludos artísticos.
Es mucho más importante la calidad que la cantidad de entradas. Y este blog tiene mucha calidad.
ResponderEliminarÁnimo
Galderich, Lamberto, en realidad no pretendía hacer una crítica del arte contemporáneo en general, no sé si ha quedado así, la verdad es que me interesa, aunque no está mal una cierta dosis de escepticismo hacia lo que viene haciéndose tras el fin de las vanguardias históricas. Y claro, cuando uno lee cosas como el artículo de periódico que enlazo (memorable, espero que no lo eliminen de su archivo), o entra en la página web de Terence Koh (no me he atrevido a enlazarla directamente por si entran las niñas por aquí, que son pequeñas, pero es para morirse de la risa), pues qué nos queda, salvo el buen humor. Me ha encantado lo de las expresiones psicoplásticas; algunas, como la de la lectura en torno a la mesa blanca, podrían ser también psicoplastas. Estoy por asegurar que alguno de los perros estaría de acuerdo. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, bibliotranstornado, por tu comentario. La verdad es que me gustaría actualizar ésto más, a ver si me impongo cierta disciplina, al menos semanal, y también me parecía que las entradas que iba poniendo daban la impresión (si algún despistado se dejaba caer por aquí) de que quienes dedicamos parte de nuestro tiempo a los libros somos personas muy serias y sesudas. Bueno, tú ya lo has desmentido desde el simpático título de tu blog. Un abrazo.
ResponderEliminarUrzay y Lamberto,
ResponderEliminar¡Mi comentario era elogioso respecto al arte contemporáneo! Y lo decía sin ironía si tenemos en cuenta que el arte ha de reflejar su época. Este es el gran reto que tenemos ahora y de saber separar el grano de la paja.
Y Urzay, tu tranquilo, no tenemos ningua obligación y como dice Bibliotranstornado lo bueno es la calidad y lo variopintos que son los blogs dedicados a la bibliofilia: cada uno con sus características propias.