miércoles, 25 de noviembre de 2009

INTRODUCCIÓN

     De todas las circunstancias públicas que van sucediendo a lo largo de nuestra vida, y que en nuestro extraño lenguaje tienden a identificarnos ante los demás, ninguna me ha parecido nunca poco más que una pantalla que nos proteja de miradas perplejas. Somos, según parece, aquello que hacemos para subsistir, y voluntaria o involuntariamente, nos definimos ante los otros por ello, con orgullo, indiferencia o vergüenza. Muchos lo dejan escrito en tarjetas de visita que mandan imprimir cuidadosamente y entregan a quienes no conocen. De nosotros se espera que nos identifiquemos socialmente de esa manera. 
  Como los bloqueos morales que la corrección política va creando en nuestra forma de expresarnos, un oscuro tabú mental siempre me ha impedido definirme con el nombre de lo que hago. Recuerdo haber leído un texto de Jaime Gil de Biedma en el que decía haber empezado a escribir para inventarse una identidad. Bien, yo nunca llegué a inventármela. Como los niños, no soy nada. 
     Por eso, cuando repaso las muy heterogéneas actividades de las que he obtenido un mínimo sustento, no siento que ninguna me identifique particularmente, ni sospecho que revelen nada de mí. Todo lo contrario de lo que me ocurre al pensar en algunas otras, relacionadas con mi lamentable inclinación hacia los saberes inútiles, esa enfermiza vocación especulativa de la que nace el interés por lejanos idiomas que nunca llegaré a dominar, o por el estudio de minoritarios juegos mentales en los que estúpidamente soy capaz de profundizar hasta la maestría, o por encima de todo, la lectura compulsiva de libros, revistas, folletos, carteles, prospectos, anuncios, sobre las más peregrinas materias, de imposible aplicación práctica. 
  Imagino que todo lector lo es de forma natural, incluso aunque deba sobreponerse  a una infancia con difícil acceso a los libros, o a un entorno desinteresado por ellos. Yo carezco de este mérito. Los libros me han acompañado hasta donde alcanzan mis recuerdos. La bibliofilia llegó después, y desconozco cómo, quizás a consecuencia de cierta atávica inclinación de los seres humanos a rodearnos de bellos objetos, cuando empieza a importarnos adquirir una edición en buen papel y pasta dura frente a la misma versión en rústica, cuando empezamos a buscar una determinada edición de un libro, y no otra, quizás cuando empezamos a sentir curiosidad por los libros en la manera que los imaginaron quienes los escribieron o los conocieron aquellos para quienes fueron escritos. Presiento que es un camino común a todas las perversiones. Y muchos, quizás con razón, entenderán la bibliofilia como tal. 
     En las páginas que siguen hay historias de libros. Tan solo.   

7 comentarios:

  1. Me ha encantado tu presentación, y aunque de los libros me interesa más el contenido que el continente y prefiero una buena historia a la primera edición intonsa del Manual de confesión para clérigos, también me gusta el olor de las librerías anticuarias y se me acelera el pulso cuando, al pasar la vista por una estantería plagada de libros, veo una edición intersante de una obra atrayente,
    Espero que nos des a conocer tus obras favoritas.
    Akiko y su almohada

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  2. És curioso como la bibliofília llega después sin saber porquè... pero llega. Yo tengo la teoría que es más fácil guardar un libro que un cuadro, una escultura... unos colocados al lado de los otros, verticalmente, con el lomo asomado... así se puede guardar la belleza más facilmente. Supongo.

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  3. Amigo Urzay: ¡cómo nos alegramos de tu decisión de entrar en este mundo del blog del libro antiguo y bibliofilia! Tus amigos y lectores vamos a disfrutar con tus comentarios. Llegué anoche del salón de Madrid y las delicias allí contemplé continúan hoy en tus textos.
    ¡Enhorabuena y felicidades!
    Saludos bibliófilos.

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  4. Gracias por vuestros comentarios. Todavía tengo esto un poco en pruebas, a ver si voy completando detalles estos días. A mí también me interesa más el contenido, María, pero si puede ser en un buen continente.... Espero que las próximas actualizaciones te resulten interesantes. Si lo de Akiko va por donde imagino, quizás lo encuentres comentado en alguna de ellas. A mí también me parece un libro como hay pocos. Es curioso lo que dices de guardar los libros, Galderich, y además es algo de lo que poca ostentación se puede hacer. Probablemente por eso todos los bibliófilos agradecemos que los aficionados al arte o las antigüedades (por no hablar de los que que son capaces de pagar lo que se paga por una, digámoslo así, "escultura" de Damien Hirst) se dediquen a eso con provecho durante muchos años, y no se preocupen de los libros. Diego, gracias por tu comentario, tan amable, espero que tengas un rato para comentar tus impresiones sobre el Salón en tu blog.

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  5. Impecable la presentación de este Blog!
    Escribimos desde el Foro Latinoamericano de bibliotecología, cultura y sociedad de la ciudad de Buenos Aires.
    Nos agradaría que nos envíen las Actividades relacionadas con la bibliotecología, educación o cultura que estimen convenientes, para su más amplia difusión....
    y además que presenten su blog en el Foro..!!

    Adjuntamos nuestro web-site y el correo electrónico respectivo.


    http://ar.groups.yahoo.com/group/RichardeBury/

    e.mail
    richardebury@gruposyahoo.com.ar

    Saludos Cordiales…

    http://richardebury.blogspot.com/

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  6. Hola! Acabo de descubrir tu blog y de momento me encanta! Espero que sigas publicando artículos!! Saludos!

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  7. Me alegro de que te guste. A ver si mañana o pasado puedo poner otro, que esta vez el tema de las fotografías es un poco más laborioso. Un saludo.

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