Hace dos días ví con sorpresa en el blog del bibliómano, -que por cierto, soy incapaz de añadir directamente en el listado de blogs adjunto-, el enlace a la web de la Biblioteca Nacional de España, donde se informaba de la adquisición del llamado códice Daza, excepcional autógrafo de Lope de Vega a la venta desde hace varios años. Sorpresa porque no había visto la noticia reflejada en ningún medio de comunicación, a pesar de seguir varios diariamente, y así lo confirmé entonces en un somero rastreo por internet, donde sólo se hacían eco de ella un diario nacional, un suplemento cultural y algún diario regional aislado. Desde entonces han ido apareciendo más referencias. No sé si suficientes, teniendo en cuenta que los responsables de la Biblioteca y del Ministerio de Cultura han valorado la compra como la más importante desde el ingreso del códice del Cantar de Mio Cid en 1960, pero tampoco hay que extrañarse. No voy a comentar la oculta trayectoria del códice Daza, suficientemente esbozada en los enlaces anteriores. Me parece, con todo, que la buena noticia merece posponer el libro del que había pensado escribir estos días, y dedicar esta entrada a otro relacionado con ella, si no antiguo, sí curioso por varios motivos.
Vega Carpio, Lope de, Epistolario, que por acuerdo de la Real Academia Española publica Agustín G. de Amezúa; Lope de Vega en sus cartas, vols. I, 524 pp. y II, 734 pp.; Epistolario, vols. III, 406 pp. y IV, 393 pp., Madrid, 1935-1943.
Primera edición. Encuadernación original en tela editorial. Ex libris del historiador Hugh Trevor-Roper en las guardas de cada volumen.
La publicación de estos cuatro volúmenes es el resultado de una azarosa historia que se inicia hacia 1814 y que, como vemos por las noticias de estos días, todavía no ha terminado. Al celo de Luis Fernández de Córdoba, duque de Sessa, para quien Lope ejerció durante más de 20 años funciones de secretario, se debe la conservación de un número significativo de los manuscritos autógrafos del escritor. El duque recopiló con afán cuantos papeles de su mano pudo, y en fecha tardía, hacia 1630, o quizás ya tras la muerte de Lope, los hizo encuadernar en varios volúmenes numerados. Tras la muerte de Sessa, sin embargo, los papeles cayeron en el olvido. Razones dinásticas unieron en el siglo XVIII el ducado de Sessa con el condado de Altamira. Los manuscritos con comedias merecieron la atención de alguno de los archiveros de la nueva casa, como Miguel Sanz de Pliegos, que copió varios; contrariamente, los otros manuscritos, como sugiere alguna nota en los ejemplares conservados, llegaron a estar en algún momento difícilmente identificados. En circunstancias desconocidas algunos de estos volúmenes salieron del archivo ducal. Se sabe porque, hacia 1814, el erudito bibliófilo Agustín Durán pudo adquirir tres volúmenes, sin duda de esa procedencia, a través de Miguel de Espinosa, racionero de la catedral de Sevilla. Se trataba de dos códices que contenían borradores en prosa y verso y un tercero de cartas, que estaban a punto de salir del país. Otros manuscritos de Lope, probablemente con el mismo origen, debieron seguir ese camino en aquellos años, como demuestran las tres comedias autógrafas recientemente localizadas por el filólogo M.Presotto en una biblioteca privada inglesa, que fueron propiedad de Lord Holland. Entre 1830 y 1840 Durán tuvo acceso a más volúmenes, y consiguió copiar 62 cartas de uno de ellos. Desde 1854 aparecen citadas estas cartas en obras de Schack, La Barrera y Hartzenbusch, siempre indirectamente a partir de la copia de Durán, que nunca reveló su origen con claridad. Éste se hizo público en 1863, ya fallecido Durán, cuando en el curso de otros trabajos aparecieron en el archivo del condado de Altamira tres volúmenes más con correspondencia de Lope, que con muy buen criterio Hartzenbusch, entonces director de la Biblioteca Nacional, hizo copiar a Isidoro Rosell, eficiente paleógrafo. En 1868 Luis Fernández-Guerra sacó una segunda copia a partir de los originales. Del primero de estos tres volúmenes procedían las 62 epístolas copiadas por Durán. Pero no eran, con certeza, todos los que había. Cuando entre 1868 y 1875 se dispersó la biblioteca y archivo de Altamira, un séptimo volumen ingresó en la British Library, por intermediación de Gayangos, y un octavo, el llamado códice Daza, hoy se sabe que fue adquirido entonces por Valentín Carderera, y pasó después a la familia Madrazo-Daza.
La localización de las cartas despertó el interés de algunos eruditos por su publicación, pero sin éxito; ni Cayetano Alberto de la Barrera, ni años después el poeta y crítico mexicano Francisco de Icaza, fallecido cuando estaba dedicado a ello, pudieron llevarlo a término. Tan sólo en 1876 fue publicada una pequeña selección (aprovechando los trabajos de la Barrera) por el músico Francisco Barbieri, oculto bajo el pseudónimo de José Ibero Ribas y Canfranc por el escándalo que la relación de Lope con Marta de Nevares provocaba en aquellos años. Finalmente, desde 1927, el académico Agustín G. de Amezúa, en cuya propiedad estaban las copias de 1868, emprende la edicion de las cartas, precedida de un estudio introductorio, cuyo primer volumen aparece en 1935. La guerra civil, sin embargo, interrumpe la publicación, trastocando el segundo tomo del estudio, que saldrá en 1940. Los tomos destinados expresamente al epistolario serán publicados definitivamente en 1941 y 1943. Desde entonces el interés editorial ha sido limitado: en 1944 Alberti editará una pequeña selección en Buenos Aires, donde en 1948 Ángel Rosenblat revisará una edición completa. En 1985 Nicolás Marín publicará una edición crítica de una selección parcial. En 1989 la Real Academia reeimprimirá la edición de Amezúa. Recientemente K.Sliwa en 2007 intentará compilar todas las cartas y documentos conocidos hasta este momento y Antonio Carreño sacará una nueva edición en 2008.
Al margen de los manuscritos teatrales, -44 comedias autógrafas recientemente contabilizadas-, el resto de los autógrafos de Lope de los que hay noticia son borradores de trabajo, correspondencia propia y correspondencia preparada para Sessa. De forma un poco confusa, a tono con la propia trayectoria de los papeles, quizás por haber redactado su estudio en períodos distantes, o quizás porque, como Durán, sabía más de lo que ponía por escrito, Amezúa describe los que maneja para su edición: un volumen de cartas original, copias de los otros cuatro, y dos de los autógrafos de borradores en prosa y verso, que consultó adicionalmente:
-Los tres códices adquiridos por Durán en 1814 parecen haber pasado a mediados del siglo XIX al marqués de Pidal, en un caso al menos por obsequio de su dueño. De ellos, el manuscrito epistolar, llamado por Amezúa códice IV, ingresó en 1929 en la Real Academia Española, vendido por la familia Pidal. Uno de los dos de borradores de trabajo, propiedad de Roque Pidal, fué vendido por Maggs antes de la guerra civil y adquirido por el financiero Pedro Masaveu, en la colección de cuyos herederos se conserva actualmente, citado a veces como códice Durán. El otro autógrafo de borradores, de cuyo paradero actual se da noticia en los comentarios a esta entrada y que aparece citado en algunos lugares como códice Pidal, era propiedad en 1935 del entonces marqués de Pidal, y con su colaboración fué consultado por Amezúa.
-Los tres códices epistolares originales, hallados en 1863 en el archivo de Altamira y copiados para la Biblioteca Nacional, desaparecieron. Amezúa relata que salían carros de legajos del palacio madrileño, ante la mirada alborozada del duque, “vendiéndose sin tino... para los usos más viles y despreciables”, de donde salieron varias subastas en el extranjero, diversos ingresos en museos y bibliotecas foráneos, una superabundancia en el estrecho mercado español del libro antiguo y añejos envoltorios comprados al peso para todo tipo de mercancías comerciales, como los muchísimos documentos del siglo XVI que el conde de Valencia de Don Juan rescató de un comercio donde eran utilizados, entre otros usos, como papel higiénico.
Uno de estos tres, el llamado códice II, pudo ser adquirido, incompleto, por Lázaro Galdiano y se conserva en la actualidad en la biblioteca de su fundación. Amezúa sugiere que los otros dos originales, que denomina códices I y III, pudieron ir a la Biblioteca Zabálburu, pero su paradero actual se desconoce. Por suerte se conservan las copias.
-De los otros dos códices que parecen proceder de la dispersión del archivo de Altamira, el manuscrito que ingresó en la British Library, que Amezúa denomina códice V, es el único que contiene minutas de cartas preparadas por Lope para Sessa. El último manuscrito autógrafo, de borradores en prosa y verso, que no manejó Amezúa, pero sí en la inmediata posguerra otro filólogo, Joaquín de Entrambasaguas, que lo daría a conocer en 1970, es el códice que está desde hace unos días en la Biblioteca Nacional.
Parece que el número total de autógrafos debió ser mayor, y es probable que aparezcan más. El mundo del libro antiguo es a veces sorprendente, y todavía en estos años pueden leerse noticias inesperadas. Si aparecieran, añadirán información fundamental para la filología, para la historia de la literatura, para el conocimiento de uno de los escritores mayores de la cultura hispánica. Pero no son ya necesarios, al menos, para percibir lo que para cualquier lector refleja este epistolario: el intenso trabajo, el ruido de los coches de caballos en las calles, las academias y los círculos literarios, las miradas en los paseos, la familia, los afectos, las frecuentes adversidades de una existencia difícil, la presencia cotidiana de la religión, las novedades de la corte, los corrales de comedias, los cerrados estamentos sociales, las preocupaciones diarias de quienes vivieron unas circunstancias muy distintas a las nuestras.
Este ejemplar de las Cartas de Lope formó parte de la biblioteca del historiador inglés Hugh Trevor-Roper, fallecido a los 89 años en enero del 2.003. Especializado en Historia moderna y contemporánea, fuera del ámbito académico es más conocido por el público, para su desgracia, por haber defendido como auténticos unos pretendidos diarios de Hitler que aparecieron en 1983, y se revelaron poco después rematadamente falsos. El episodio no sonará extraño a quienes en aquellos años estaban ya en edad de leer la prensa. Aún así, la opinión de Trevor-Roper no era la de cualquiera: además de su extensa carrera como historiador, había sido miembro del servicio secreto británico durante la Segunda Guerra Mundial, y como tal fué designado expresamente para investigar la muerte de Hitler en los meses que siguieron al fin de la guerra. Debió ser un golpe difícil de asimilar para quien ya era septuagenario. Imagino que su biblioteca se dispersó a su muerte, como tantas, en silencio, porque la librería de Oxford que ofrecía este ejemplar reseñaba en su ficha el nombre del anterior propietario escuetamente, casi con desgana. Lo adquirí a distancia en el año 2.007. Al recibirlo descubrí que escondía en su interior una inesperada curiosidad que compensaba un defecto editorial que pasó desapercibido para el librero, -la repetición de un cuadernillo del apéndice, en sustitución del correcto, que falta-. Entre las páginas del primer volumen había cuatro hojas de papel unidas, como ocasionalmente se usaba antaño, por un alfiler. Contienen notas de trabajo de Trevor-Roper escritas a lapiz, que revelan una lectura cuidadosa de esta edición, citada en alguna de sus publicaciones sobre la Europa del siglo XVII. Utilizó para redactarlas el reverso de algunos papeles sueltos que encontraría a mano, entre ellos una circular del selecto College de Oxford en el que ejercía su actividad docente y una simpática carta en la que un colega evaluaba brevemente a varios de sus alumnos. Ambas, como la correspondencia transcrita en las páginas donde se ocultaban, reflejan vívamente la vida de otro tiempo. Puesto que todos estos estudiantes de entonces, de haber recibido el don de la longevidad, estarán ya por encima de los 75 años, voy a reproducir la carta con la convicción de que a ninguno de los afectados importará demasiado. Ni siquiera a Simpson, que la leería, probablemente, con una sonrisa.
Actualizaciones de 8 de octubre de 2.011 y de 31 de diciembre de 2.012:
- En el número 10 de la revista Manuscrt.cao pueden leerse dos estudios que analizan en detalle tanto los autógrafos de Lope, en general, como el códice Daza, en particular.
- El 12 de diciembre de 2.012, la Real Academia Española y la Fundación Masaveu presentaron la edición facsimilar del llamado códice Durán-Masaveu.
Fantástica y oportuna entrada. Siempre me he preguntado cómo es posible que papeles tan antiguos lleguen a nuestros días... ¡con la de manos, inundaciones, guerras, revoluciones... por las que han pasado!
ResponderEliminarUrzay, por cierto, para el enlace que comentabas me encontré con el mismo problema.
ResponderEliminarHas de pegar la dirección: http://www.bibliographos.net/
Si quieres acceder directamente al artículo has de diseñar el blogroll (me parece que así lo llaman) para que se vea una imagen o el título del post que se ha renovado. Entonces clickando encima de la fotografia o del título del artículo se accede directamente al post, mientras que si se clicka sobre Bibliographos vas a la página principal.
Ah, pues gracias por comentarlo, pensé que había algo que no hacía bien.
ResponderEliminarEste magnífico artículo propicia varias reflexiones. Una de ellas sería lo oportunas que resultan en ocasiones, algunas de nuestras adquisiciones, como es el caso de tus cuatro volumenes epistolares de Lope de Vega y la noticia del códice Daza, que han venido al pairo para comentar tan interesante noticia. Por otro lado, otra reflexión,me llama la atención el poco eco que ha suscitado en los medios de comunicaión dicha noticia, que como bien dices, tiene la misma categoría que la adquisición del poema de Mío Cid. Eso si, me he enterado puntualmente de la obsesión de Cristiano Ronaldo por jugar calzado con zapatillas de color amarillo...lo primero es lo primero. Otro tema que traería a colación es la importancia de las bibliotecas anglosajonas en el panorama bibliográfico español. No para de sorprenderme en mi continuo aprendizaje bibliófilo -que dure mucho tiempo- las sorpresas que dan los ingleses en el mundo del libro español. Casi siempre aparecen reflejados de uno u otro modo. Cuando por afinidad linguística y proximidad, debieran ser los franceses los que tuvieran que tener mayor protagonismo. Tal vez me equivoque y sea al contrario, supongo que si es así Diego me correjirá que es más francófilo.
ResponderEliminarDesde luego me ha llamado muchísimo la atención los avatares que han sufrido estos manuscritos, dignos componentes de un argumento novelesco.
Gracias por tu particular comentario de esta noticia y saludos bibliófilos.
Amigo Urzay, gracias por describirnos con minucioso detalle las idas y venidas de los ms epistolares de Lope.
ResponderEliminar¡La de piezas extraordinarias que por desidia y desconocimiento se han debido echado perder en España! Al menos las que salieron fuera quien las adquirió las preservó. Pero no vamos a sorprendernos de que salgan unos papeles cuando hay quien vendió su palacio entero, la rejería principal de una catedral, etc. etc. (que hoy vemos en el Metropolitan o en el Victoria &Albert y en muchos más museos).
Estoy con Lamberto que Inglaterra es un fondo de sorpresas para el bibliófilo español. Bibliotecas de estudiosos hispanistas siguen conservando piezas tan raras como valiosas.
Permíteme que hable de una pieza que acaba de llegar a casa: un pliego poético del XVII único ejemplar conocido. En este caso no hay duda pues va impresa fecha, lugar e impresor: Alcalá, Juan de Gracián, 1608.
El pliego encuadernado a final del XIX porta dos ex libris espléndidos: el de Huth y el de Lyell. ¡No debemos dejar de dar gracias a los hispanistas ingleses del XX del XIX!
Saludos bibliófilos.
Lamberto, la repercusión social de estas noticias me temo que es una causa perdida de antemano. Por eso, como simple testimonio, sin otra valoración, acabo de ver que a estas alturas, dos de los (no muchos) diarios de ámbito estatal, ni se dignaron dedicar una linea a esta noticia en su versión digital, no sé en la impresa. Uno de ellos, el diario más vendido de éste país. Por no hablar de las televisiones.
ResponderEliminarRespecto al tema que comentais ambos de los libros hispánicos en el ámbito anglosajón, imagino que se debe a que es un mercado más amplio que el nuestro. El comentario de Diego sobre la expatriación de nuestro patrimonio quizás da una de las claves, aunque sea incómoda: en el caso de la dispersión de la biblioteca y archivo de Astorga/Altamira/Sessa, los 200 volúmenes con documentación española de Estado, del siglo XVI, que compró el British Museum, ahí siguen. El códice del siglo XII del Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana que comercializó Quaritch y tenía el mismo origen, ahí sigue, en la John Rylands Library de Manchester. No sé si se puede decir lo mismo de lo que quedó por aquí. Por lo pronto, dos de los volúmenes epistolares de Lope que estaban localizados en 1868, ya no lo están. Tampoco uno de los de borradores, que en 1935 se sabía donde estaba. No se puede generalizar, pero éste tema da para hablar mucho. Por cierto Diego, enhorabuena por el pliego. Dando la vuelta al camino.
Saludos
He llegado a este cuaderno por un comentario de URZAY, que no sé quién es, y me he encontrado con este excelente cuaderno de pantalla, que incorporaré al mío, hoy mismo, pues del montón de noticias que manejo por aquí y por allá desecho muchas... pienso que a nadie interesan. En realidad tendría que ir agradeciendo, anotando, etc. todo lo que he leído. Hice reseña del epistolario de Lope recién publicado por Carreñó (en Turner, no es buena la edición) y tracé el recorrido, de donde alguna noticia nueva obtuve (también busqué en la Zabálburu y en la British, pòr cierto, a partir de los herederos de Fernández Guerra (o de Luis Valdés, claro, que lo mismo da).
ResponderEliminarDel Guzmán, hay que leer lo que dice Jaime Moll, que se ha incorporado al Diccionario Filológico... lit. XVI (Castalia, 2010), que viajó a Yale el añó pasado para describir el ejemplar que allí había. De Quevedo hay muchísimo material inédito. El códice Daza lo está trabajando y trascribiendo Víctor Sierra; los autógrafos de Quevedo los recoge y estudia Diana Eguía...
Bueno. Poco a poco.
Pablo, te agradezco que hayas dedicado tu tiempo a recorrer estas páginas. He de decir que tu imprescindible biografía de Quevedo era casualmente además mi lectura en momentos personales muy difíciles, y desde entonces es un libro al que tengo mucho cariño. Respecto a mi identidad, al principio del blog hice una presentación que creo más real que si hubiera puesto mi nombre, pues incluso a veces éste me suena ajeno. No me tengo por otra cosa que por un lector, si acaso fuera algo. Pero voy a ver si encuentro un rato para actualizar mi perfil y poner alguna fotografía.
ResponderEliminarEn estas páginas, aparte de compartir ejemplares medio raros con otras personas interesadas en los libros, intento contextualizarlos con cierto rigor, de manera que se note que fueron escritos por personas reales, y no como a veces parece por vagos entes abstractos cuyos nombres han pasado a ser una suerte de iconos culturales. Por eso me gusta ilustrar las entradas con la imagen de aquellos de quienes se habla; cuando puedo, claro, que a veces no hay manera (he sido incapaz hasta ahora de encontrar una representación de Juan Antonio de Vera para una entrada anterior, y estoy seguro de que debe haberla). Pero no pretendo más que eso. Por ello decidí en su día no incluir bibliografía, o salpicar el texto de citas, aunque a veces se me escapa alguna.
Respecto a las acotaciones que haces, -y las que sospecho que muy amablemente omites-, no conocía tu reseña a la edición de Carreño, y tampoco he manejado ésta, así que incorporo ambas a esta entrada. A ver si puedo enlazar también la copia digital del códice Daza, que un día lo intenté y no fui capaz. Ya de paso (y con todo el morro, que se dice) aprovecho para preguntarte si se sabe algo o alguien ha visto recientemente el llamado códice Pidal, que cita Amezúa. Sobre el Guzmán, voy a revisar las ediciones tempranas que he citado, por si hubiera omitido alguna. Respecto a la entrada sobre los Sueños, qué decir. Reconocerás noticias que se te deben, del mismo modo que los datos sobre la Inquisición proceden de Asensio, o la identificación del anagrama creo recordar que de Astrana: puse el retrato de Pacheco, aparte de que me gusta, porque tú lo datas en el viaje de la corte a Andalucía; verás también que la interpretación de la relación de Quevedo con sus primeros impresores sigue la linea que marcas tú (y hablando de ésto, me gustaría comprender por qué Van der Hammen, -después de los problemas que las ediciones de la Política o el Buscón parecen crear a Quevedo-, recurre a Duport/Vergés para editar los Desvelos). En fin, son muchas cosas. Pero no creo que sea cierto que esas noticias de las que hablas no interesen a nadie. Puede que no interesen a quien se preocupa del color de las zapatillas de Cristiano Ronaldo, como escribe un colega bibliófilo en un comentario anterior de esta entrada. Pero sí que hay lectores a quienes interesan. Al menos los encontrarás por estas páginas. Después de haberte leído bastante, me alegro infinitamente de haber encontrado tu cuaderno, que he leído estos días desde el principio, para estar al tanto. Muchas gracias por tu comentario, por todos los datos que aportas, y por tus amables palabras sobre estas páginas, que no merezco.
BUeno, andamos como caballeros diciendo cosas amables. ¡Qué bien! ¿no? Me sigue pareciendo un cuaderno estupendo.
ResponderEliminarEl códice Pidal pasó el año 2009 por la RAE, en donde pensaron publicarlo en facsímil; sigue perteneciendo a la familia que citas y, por tanto, puede que no se hayan sentido impelidos a donarlo o venderlo. En Londres, hace poco, el último otoño, encontré abundantes pistas de autógrafos lopescos...; pero no pude continuar la búsqueda porque se me acabó el tiempo y, sobre todo, el dinero. Tenía que ver allí mismo, en la British, los papeles que me faltaban para completar la documentación sobre el Lazarillo, que he ido destilando poco a poco en mi "cuaderno"... Hubo muchísimo ruido antes, pero cuando he empezado a dar a conocer la documentación todo el mundo se ha callado: nadie dice nada. Estoy pensando seriamente en parar –porque son días, meses...– y ya conmtinuaré. Solamente en la bibliotecaq Zabálburu de Madrid hay medio millar de documentos no manejados que implican a algún personaje del contexto. Y desde luego El Lazarillo lo escribió don Diego.
Yo creo que esto ocurre con cada uno de los textos que has colocado en tu "bloc", centrales, importantes; pero falta y va a faltar la investigación de fondo que acompañe a su conocimiento, si es que eso es lo que se pretende. Este tipo de "páginas", por eso, me parecen admirables, pues estoy descubriendo que existe un fondo cultural oculto que trabaja con entusiasmo, rigor, continuidad.
Creo que ya me he pasado un pelín de espacio y tema. ¡Ah! El códice Daza sí que sale ahora bien en la página de la BNE; de hecho, como te anunciaba, estaba haciendo la tesis sobre autógrafos poéticos de Lope Víctor Sierra, al que le ha venido de perlas y cuyas primeras escaramuzas con los borradores son muy interesantes: le he dado espacio en mi "blog" para que vaya diciendo cosas, esta semana me va a entregar lo que se refiere al retrato encontrado, el de Van der Hammen.
La reseña a la ediciñón de Carreño era breve, salió en El Cultural de El Mundo: había publicado un volumen del epistolario en Turner; yo creo que no ha seguido, en todo caso era todo investigación sin fuentes primarias.
Ya está. Brazos.
Muchas gracias, Pablo, por la información, que acomodo a la entrada remitiendo a estos comentarios. Me alegro de saber que se conoce dónde está el códice Pidal y que se trabaja sobre estos autógrafos. Respecto a las notas que estás publicando sobre el Lazarillo, acabo de mirar el comentario a la noticia que publicó Carlos Fernández en "Marcas tipográficas", y aunque me he incorporado con la serie ya iniciada, yo también, como él, estaba siguiendo tus aportaciones con mucho interés, y sería una pena que las interrumpieses. Incluso me he quedado con ganas de hacer algún comentario en la nota sobre Páez de Castro, autor bastante poco conocido que me interesa particularmente, sobre cuya biblioteca hay un estudio, premiado incluso, que no parece publicarse. Espero que te animes a seguir con ello, quizás el silencio es sólo indicio de expectación. Un saludo. Por cierto, yo también soy palentino, al menos de origen.
ResponderEliminarLo último que he encontrado de Páez de Castro ha sido la expedición de emisarios reales (López de Velasco, Ambrosio de Morales, etc.) y la documentación en el momento de abrirse los cofres, que se iban a llevar al Escorial, desde Quer, el pueblecito donde muere. Luego se hace inventario de objetos y algunos libros y se les valora, para pagar algo a los herederos... Pero claro, todo ese papeleo habría que haberlo leído hace tiempo, despacio. No conozco el estudio al que aludes, ¿sería de algún helenista?
ResponderEliminarTambién hay información en el proceso a Carranza y en los archivos italianos.
Me pillas transcribiendo una carta (cro que inédita) de don Diego quejándose de cómo se porta Felipe II con él, muy curiosa; a ver si me da tiempo a colgar, al menos la noticia. La faena es que de la monografía de Mele-González Palencia hay 16 ejemplares en la BNE, ¡y todos están en Alcalá! ¡Cómo retrasan esas cosas la investigación!
Abrazos
El estudio se titula "Bibliofilia humanista en tiempos de Felipe II: la biblioteca de Juan Páez de Castro", y la autora es Arantxa Domingo Malvadi. Hasta donde sé, está sin publicar. Como blogger no me deja poner aquí un enlace, copio la url completa:
ResponderEliminarhttp://www.bne.es/es/NavegacionRecursiva/Cabecera/noticias/noticias2009/premiobibl.html?pagina=19
Creo que trabaja en la Real Biblioteca, en cuya web figura su e-mail. He leído un artículo suyo anterior, "Juan Páez de Castro y los libros" en el que anticipa algunas cosas, de donde quizá pueda inferirse que maneja documentación complementaria a la tuya, aunque ella se centra en la identificación de los libros de Páez. Yo la impresión que tenía, de lo que hay publicado sobre el tema, es que se seleccionaron para el Escorial sólo los mejores libros de Páez, sobre todo los griegos, pero no todos. En una entrada de las primeras de este blog, dedicada a Phillipps, el bibliófilo inglés, puse la reseña a un ejemplar facticio formado en el siglo XVIII con autógrafos de Páez, y vendido en Londres a principios del XIX, casi todo papeles de trabajo, con inventarios de bibliotecas también, que está descrito en un catálogo de Kraus de 1994. Se puede ampliar la foto pinchando en ella, aunque la descripción del librero contiene algún error. Lo cita también Kristeller, creo recordar. Al final se ha ido vendiendo disgregado, con los años, porque alguno de los textos aparece todavía en el remate del fondo de Kraus por Sotheby´s. La BNE compró varios hace 7/8 años. En cuanto tenga un rato paso por tu cuaderno a leer la carta de Hurtado. Un abrazo.
Gracias, lo veré mañana despacio, pero si dice que solo se seleccionaron unos pocos para el Escorial o lo ha deducido sagazmente o ha leído la misma documentación que yo: en mi caso era la original. Lo tengo que ver despacio.
ResponderEliminarAl final no he subido todavía la carta de don Diego, quisiera corroborar que no está publicada y hoy no puedo; luego he visto un par de datos que me han despistado, uno de ellos que va sin fecha y en la ficha datan 156y algo, lo que creo que no es psoible. De la carta se deduce que mantenía buenas relaciones con Ruy Silva, el marido de la princesa de Éboli, una Hurtado, claro. En fin, que las cosas de palacio van despacio.
Brazos
Acabo de ver el enlace. Es el premio nacional de bibliografía del 2009; el primero (se lo dieron a una doctoranda mía) se publicó en Ollero, que creo que también se hizo cargo de los otros. Sí, si, será muy interesante. Más gracias.
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