Una tarde de otoño, hace más de diez años, mientras recorría las casetas de la feria del libro antiguo que en esas fechas se celebra en el Paseo de Recoletos de Madrid, encontré varios libros en pergamino amontonados entre la miscelánea bibliográfica que los libreros suelen situar en primera linea del frente. Había, como es de suponer, sermonarios antiguos, manuales litúrgicos, tomos sueltos de teología... y entre ellos un par de libros desubicados: una miscelánea histórica impresa por Ibarra, y una edición del siglo XVIII de las novelas de María de Zayas. Todos marcados en tres mil o cuatro mil pesetas, unos 20 euros de ahora, y en bastante buen estado. Había algo en la tipografía de las novelas que me pareció raro. O probablemente era sólo que no podía creerme tan buena suerte. Así que contra la opinión de mi pareja, que propuso llevarnos todo lo que nos pareciera interesante, y más a ese precio, argumenté con lucidez que la feria se acababa en un par de días, que esos libros llevaban allí varias semanas sin que nadie les hiciera ni caso, que ya era tarde, y que podíamos comprar el de historia, pasar a la mañana siguiente por la Biblioteca Nacional a contrastar en el catálogo la edición de Zayas, por si acaso, y después volver por ella. No sé bien por si acaso qué, pero así lo hicimos. Pagamos el volumen de Ibarra, y a la mañana siguiente, después de revisar el viejo fichero de la Biblioteca Nacional, cruzamos la calle para ir a buscar el otro en aquella caseta, donde en efecto seguía el mismo montón de libros. Menos el de Zayas, claro. En esas ferias no hay espejos y no pude ver la cara de idiota que se me quedó, pero la adiviné en la sonrisa condescendiente del librero cuando le pregunté por el libro. Desde entonces perdí el interés en el otro volumen, que ya no me parecía sino triste refrito destinado a acabar en manos de otro bibliófilo más piadoso, y busqué una edición distinta de Zayas, evitando en lo posible las del siglo XVIII, no hace falta aclarar la razón. Finalmente, después de buscar bastante por la red, en una librería italiana apareció ésta:
Zayas y Sotomayor, María de, Novelas amorosas; y exemplares. Compuestas por Doña María de Zayas, y Sotomayor, natural de Madrid. Con licencia, en Barcelona: Por Gabriel Noguès, en la Calle de Santo Domingo, Año 1646. Vendense en la Librería, por Miguel Payssa, librero, [2], 250 h. Octavo menor (150 x 100 mms.) Encuadernación original en pergamino, utilizando un documento notarial medieval catalán. Sobre el lomo, escrito a tinta: "Novellas Amorosas". El primer cuadernillo impreso en un pliego de papel de mala calidad, oscurecido; los restantes en buen papel, sin daños (esta diferencia aparece también en otros ejemplares de la edición). Antigua marca de propiedad manuscrita en la portada.
La bibliografía sobre María de Zayas es muy amplia, pero resulta un poco decepcionante que en buena parte se haya ocupado casi exclusivamente de la interpretación de sus obras a partir de la condición femenina de su autora. De ahí resultan publicaciones que unas veces se leen con interés pero otras acaban desembocando en una fácil militancia. Y me temo que, según leo por tercera o cuarta vez en el mismo párrafo la palabra "transgresión", bostezo, y en cuanto me atropella la expresión "adelantado a su tiempo" directamente me duermo. Por el contrario, me gustaría saber más de ella. Pero de esto, que requiere un ingrato trabajo de archivo de resultado incierto, acentuado según parece por la oscuridad en la que todavía están ciertos fondos documentales, la bibliografía se ha ocupado menos. Se cree que corresponde a ella una partida de bautismo publicada en 1905, según la cual María habría nacido en Madrid en 1590. De ser así, su padre habría sido militar, caballero de Santiago a edad ya avanzada, vinculado al VII conde de Lemos, a cuyo servicio habría estado en Nápoles, quizás acompañado de su familia. Sí se sabe con certeza que desde 1621 participó en la vida literaria de la corte, contribuyendo con varios poemas a los preliminares de diversas obras ajenas: la Fábula de Píramo y Tisbe (1621) y las Prosas y versos del pastor de Clenarda (1622) de Miguel Botello, el Orfeo en lengua castellana (1624) de Montalbán, las Experiencias de amor y fortuna (1626) de Francisco de las Cuevas y el Adonis (1632) de Castillo de Larzával. También que participó en los homenajes póstumos a Lope de Vega, Fama póstuma (1636), y Pérez de Montalbán, Lágrimas panegíricas (1639); antes había merecido los elogios de ambos: de Lope en el Laurel de Apolo (1630) y de Montalbán en el Para todos (1632). De estos y otros indicios se ha deducido que debió tener amistad con Montalbán, Castillo Solórzano, Ana Caro de Mallén y quizás Lope. La reseña de Montalbán contribuye además a perfilar otros datos.
La participación en las academias, justas y certámenes madrileños se conoce también por el Prólogo de un desapasionado a la primera edición de sus obras, aunque no parece haberse documentado hasta la fecha. La comedia parece ser Traición en la amistad, que se conserva manuscrita y ya digitalizada en la Biblioteca Nacional. Contra la catalogación de la propia biblioteca, ninguno de sus editores la creyó autógrafa. Las ocho novelas pasaron a ser diez, y se publicaron por primera vez en Zaragoza, Pedro Esquer, 1637, con el título Novelas amorosas, y exemplares. Se ha demostrado que retoman un primer intento fallido de publicación en 1626, con otro título, Honesto y entretenido sarao, destinado a sortear la suspensión de licencias de 1625 para imprimir novelas y comedias. Aparentemente se reeditan corregidas otras tres veces en octavo, las tres contra toda lógica en Zaragoza, una en 1637 y dos en 1638. En las de 1638 se fechan todas las licencias en 1634. A estas primeras ediciones se referirá Zayas años después, en la novela tercera de la segunda parte, cuando escriba que la primera “ha gozado de tres impresiones, dos naturales y una hurtada”. En 1643 se documenta su participación en una academia barcelonesa, donde se la satiriza en un vejamen leído por el poeta Francesc Fontanella. En 1646, también en Barcelona, se publica esta quinta y última edición de la primera parte compartida por varios editores. Al año siguiente, de nuevo en Zaragoza, aparece ya la primera edición de la segunda parte de sus novelas, que retoma el título de la primera publicación fallida, Parte segunda del Sarao y entretenimiento honesto. Se reeditará dos años después en Barcelona, a costa de Cormellas, uno de los coeditores de 1646, y con aprobación del hermano mayor de Fontanella. No es lo único que tienen en común la edición de 1646 y las dos de la Parte segunda. La primera prescinde desmañadamente de los preliminares, e incluso de la introducción con el marco narrativo inicial, pero no de la continuación de éste entre novela y novela. La Parte segunda contiene numerosas incongruencias en el marco narrativo, que llegan a trastocar el orden lógico de las novelas, y que se han atribuido a un corrector del manuscrito o a errores del impresor. Parece probable por ello, y más si se acude al ejemplo de la primera parte, que no existiera ya una implicación directa de la autora en ninguna de estas tres ediciones. Lo cierto es que nada se sabe de María de Zayas desde entonces, salvo hipótesis extraídas de la interpretación de sus obras. Dos testamentos madrileños homónimos de 1661 y 1669, también publicados en 1905, no parecen ser de ella. Poco antes, en Madrid, 1659, se habían editado por primera vez las veinte novelas reunidas, y así lo serán ya siempre en adelante, en otras dos ediciones más del siglo XVII, y en las más de diez del siglo XVIII.
Parece haber localizadas, por tanto, cinco ediciones de la primera parte de las novelas y dos de la segunda, antes de que comiencen a publicarse conjuntamente en un volumen desde 1659. Casi todas las bibliografías publicadas hasta hace unos 30 años contienen errores en la identificación de estas primeras ediciones, a los que no son ajenos Brunet o Palau, provocados por la escasez de ejemplares conservados y la presencia probable de algunas contrahechas. Montesa, y después Yllera, han hecho relación detallada de todas ellas. Moll ha esclarecido las dudas que generaba la primera. De la primera edición de 1637, en cuarto, parece haber localizados menos de diez ejemplares en bibliotecas de varios paises, de los que tres están en la BNE y uno en la Fundación Lázaro Galdiano. De las otras tres que llevan fecha de 1637 y 1638, todavía parece haber menos. Una es la corregida por la autora. Otra debe ser contrahecha en esos años y conocida por ella pues la cita como “hurtada”. De la tercera, no aludida por Zayas, se ha sugerido que pudiera ser contrahecha en el siglo XVIII, aunque no parece que tenga mucho sentido contrahacer tardíamente una edición de las novelas que ya tan sólo era parcial. Quizá pueda ser también “hurtada” en esos mismos años y desconocida para la autora. De estas tres, la BNE tiene dos, una de ellas, falta de la portada, catalogada erróneamente en 1638, por 1637. De la última de la primera parte, Barcelona, Nogués, 1646 (la única basada en la princeps, sin la supresión o censura de la novela tercera, El castigo de la miseria), existen tres emisiones: la más común con pie de portada “A costa de Sebastian de Cormellas Mercader”; en un ejemplar de la Hispanic Society se sustituye este pie por “Vendense en la Librería, por Ioan Sapera, Librero”; en un ejemplar de Alcalá registrado en el CCPBE y otro de Albi registrado en el CCFr figura "Miguel Payssa", en vez de "Ioan Sapera". La primera edición de la segunda parte es rarísima, y no hay ejemplares en nuestro país. Parece haber uno en la Biblioteca vaticana, otro en la Biblioteca Municipal de Ruán y un tercero en la Biblioteca Real de Dinamarca. Finalmente, de la segunda, de 1649, el CCPBE recoge un ejemplar en la BNE y dos en bibliotecas catalanas.
Quien haya sido capaz de soportar este lío de ediciones tiene ahora el modesto premio que una entrada de estas características puede ofrecer. He elegido una historia de la novela cuarta, donde cuenta cómo una dama valenciana se entretuvo jugando con un memo que teorizaba sobre las ventajas de casarse con una mujer tonta. Ilustra bastante bien un tema que preocupaba particularmente a la autora, a quien algunos de sus amigos llamaron Sibila de Madrid. Que el apelativo no le fue indiferente lo demuestra otro pasaje de esta novela, donde ella misma lo usa para aludir a la inteligencia de una de las protagonistas. Ilustra también una alegría de vivir que casi ha desaparecido en las novelas de la segunda parte, más amargas. Ilustra incluso, por qué no, una época sobre la que no es infrecuente leer valoraciones apoyadas en prejuicios.
Y sobre todo, después de tantos años, sigue siendo entretenida.
Y sobre todo, después de tantos años, sigue siendo entretenida.
Libro e edición de grande raridad, pero tú descriptivo es, como siempre, de una calidad que nos hace leerlo con un grande placer.
ResponderEliminarMás un paso en lo conocimiento de vuestra bibliofilia…al menos para mí.
Te felicito por tan hermoso ejemplar!
Valió la pena el disgusto de la Feria y la espera por conseguir un ejemplar de edición tan temprana y rara, ¡enhorabuena! Yo me contento con Madrid, Pedro Marín, 1786.
ResponderEliminar¡Menuda siesta y festival se regaló la valenciana duquesa consorte!
Rui, gracias por tu comentario, este tipo de novela cortesana fue practicado también en la misma época por algunos escritores portugueses, e incluso alguna vez he visto algún ejemplar en el mercado español del libro antiguo.
ResponderEliminarDiego, yo creo que todas las ediciones del siglo XVIII están bien, y tienen las 20 novelas, de hecho para la literatura del siglo de oro yo las suelo preferir a las del XVII, que muchas veces están hechas polvo. Pero esta vez, después del patinazo...
Lo de la duquesa valenciana es bien divertido, de hecho te imaginas la escena casi como una comedia de enredo, con el sujeto sudando escondido mientras escuchaba cómo la dama parecía entregarlo a los leones.
Saludos a los dos.
Urzay.
ResponderEliminarFelicidades por la nueva adquisición, en especial por tratarse de uno de esos ejemplares que se tuvieron en las manos y por alguna circunstancia los dejamos ir. Lo bueno es que ahora se cuenta con internet. El día que todos los catálogos de las librerías estén disponibles en linea, ayudará mucho a que los libros encuentren a su dueño.
La historia de las ediciones siempre es muy interesante, así como el relato de la duquesa.
Saludos.
Creo que casos como el tuyo, podríamos contar todos, e igualmente inexplicables. Perdemos ocasiones de compra por motivos no muy claros, tal vez el hecho de ver los libros amonntonados al alcance de cualquiera, puede inducir a creer que otros no lo han comprado antes por algún motivo que, en ese momento, se nos escapa de modo que erraríamos en nuestra decisión. Generalmente en estos casos el librero ayuda poco y tampoco argumenta la venta, así que se pierde la compra.
ResponderEliminarLos libros del XVII son lo que son, mal papel y penosa tipografía. Aun así tienen un encanto especial,no por su calidad de factura pero si por su belleza intrínseca. Pero en tu caso, exceptuando el primer cuadernillo, tiene buen papel, de modo que enohorabuena por el ejemplar.
La historia de la duquesa, buenísima. La autora, en actitud casi feminista, hace un elogio de las armas de mujer, físicas y psicológias, y la astucia de su personaje deja en evidencia al varón. Me pregunto ¿Tendría en esa época esa especial fama la mujer valenciana?
Saludos
Marco, desde luego, internet lo ha cambiado todo. La posibilidad, -que ahora parece normal-, de buscar un libro y que te aparezcan en pantalla unos cuantos ejemplares en varios lugares del mundo es algo que hace sólo 15 años era casi ciencia ficción. Todavía hay librerías que no entran a fondo en ese juego, pero creo que irá cambiando, porque ¿quién va a renunciar a un mercado global?
ResponderEliminarLamberto, a lo que que comentas creo que se le podría añadir otro detalle, la inexperiencia. Pasados unos años desde que empiezas a interesarte por los libros antiguos te das cuenta de que la perspectiva cambia mucho. Sobre la dama valenciana, Zayas varía bastante la geografía de sus tramas, no sé si pudiera haber algo así en la cultura popular de la época, pero por curiosidad he estado mirando la Floresta española de Melchor de Santa Cruz a ver si salía algo relacionado. No he visto nada, pero como hay otras fuentes, si veo alguna cosa ya te diré.
Saludos
He sentido el placer de recuperar un libro que se escapó la primera vez.
ResponderEliminarYo también tengo unos cuantos en la lista de «la próxima vez será...»
Besos y abrazos bibliófilos
Están a punto de aparecer los dos tomos del Diccionario Filológico... del s. XVII. Hubiera sido excelente que nos hubieras hecho la entrada de Zayas, que allí verás, quizá con menos datos y menos entusiasmo. Eso sí, tendremos que mangtener ese Diccionario actualizado.
ResponderEliminarAbrazos
Gracias por la noticia, Pablo. Estaré atento a la nueva entrega del Diccionario (y también a las actualizaciones de otras series que me tienen enganchado, como la biblioteca de autógrafos).
ResponderEliminarUn abrazo.
De la biblioteca de autógrafos tiene el II volumen en prensa (también de los siglos XVI-XVII) Calambur. El III vol. del s. XVIII está en talleres.
ResponderEliminarAbrazos